Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Vox, un estado de ánimo
Nuevas expresión puesta en circulación por aquellos que se dedican a la vida ociosa pero les gusta aparentar que tienen múltiples ocupaciones, al nivel de “líneas rojas”, “hoja de ruta” y otras pamplinas de la plaza Mina . Es verdad que en verano hay multitud de actos y compromisos que nos hacen desear el fin de las vacaciones. El primero es atender a los veraneantes que estos días llegan hiperventilados, muy motivados con deseos de comer en el Manteca, en el Faro, si son madrileños unas tortillitas de camarones y pescaíto frito según expresión puesta a circular por los sevillanos, eso si no piden una puesta de sol en La Caleta, por citar un lugar cercano, con aplauso incluido. Parece que en verano hay que ir a la playa por la mañana y a los conciertos por la noche. Ya saben ustedes que yo soy playofóbico, según neologismo acuñado por el periodista Sergio Fanjul. Le oí una vez explicar a Luis García Montero que Almudena y él habían cogido una casa en Rota porque a los madrileños les gusta mucho la playa. Debe ser verdad porque en el litoral desde Sanlúcar hasta Tarifa entre madrileños y sevillanos estamos desbordados. Es rara la noche que no hay algún concierto dentro de los miles de festivales que se han montado en todos lados, lo peor es cuando un forasta te pide que le busques entradas, ya agotadas, para no sé qué concierto en Chiclana, San Fernando, El Puerto, en el muelle, en el Baluarte o cualquiera sabe donde, en la vana idea de que como aquí somos tres gatos siempre conocerás a alguien que tenga pases de gañote vil, como decía Enrique Alcina. Así estamos entre atender visitantes, la playa, los conciertos, las puestas de sol y demás “no me da la vida”. Yo me he buscado la fama, merecida, de sieso, lo que me mantiene a resguardo del coñazo playocéntrico o de ir a conciertos, dos horas berreando “como si no hubiera un mañana” según otra de las frases puestas en circulación. Yo sigo con la idea de que donde mejor está uno con esta ola de calor es en una habitación con aire acondicionado, con un libro o una buena serie, a resguardo de pesados y de aglomeraciones. No sé dónde está el gusto de pasar calor junto a unos niñatos maleducados que lo mismo te dan un balonazo que te ponen reguetón a toda pastilla, amparados por papá y por mamá, qué decir de los que dan saltos en los conciertos o las niñas que se vuelven locas con cualquier cantante que rasca una guitarra y satisface el ego del público con un pasodoble de carnaval, eso por no hablar de la fiesta cateta de las camisas de manga larga. A ver si se va ya el verano.
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