HAY que ser mujer, gaditana y muy valiente, para refregarle por los morros a Cádiz una aguda radiografía de su cara oculta de la luna. Y eso hacen, a pelo y durante casi dos horas en escena, tres dinamiteras sociales y esplendidas actrices: Teresa Quintero y las hermanas Ana y Alejandra López Segovia.
Su último estreno, La maleta de los nervios, es trilita pura. Una de las comedias más ácidas, humorísticas y brillantes de la década. Esa maleta rebosa teatro-teatro. El difícil arte de recrear ante el publico, justo lo que éste prefiere seguir ignorando, y de forzarle a reflexionar sobre ello.
Tres gaditanas largando bombas inteligentes, como tres B-52 de La Viña. Zafando cargas de profundidad, bajo la capa del carnaval y la inocua apariencia del hilarante juguete musical.
Si los textos de Ana López Segovia (una voz excepcional) encandilan siempre a los adictos a sus ana-bolizantes; su trabajo como autora resulta impecable. Para el gadita encantado de conocerse, el desempeño escénico de este trío es una auténtica patada en… En eso que relata, espléndida y trasmutada en mari total, la polifacética Alejandra López Segovia. Una Alejandra cuyas facultades dictan una lección de metamorfosis interpretativa, encarnando a toda una gama de personajes de uno y otro sexo.
La tercera amazona de este Apocalipsis contra la auto-complacencia, Teresa Quintero no se queda atrás ni un momento. Cargando a sus espaldas la mayor parte del peso cómico de la representación, Teresa muda de rostro, en segundos, para bordar a una ladina rumana que topa en esta tierra con la horma de su zapato.
Todo eso, te lo estampan contra las narices, tres guerrilleras sin más ayuda que su técnica y a escenario vacío. Lo dicho. Hay que ser mujer, gaditana y muy valiente, para cantar así las cuarenta.
Sobre todo, en la Casa de los Ladrillos Coloraos, de donde lo único que sale ya a hombros son pregoneros de Semana Santa. ¡Mecedlos, ahí!
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