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LÍNEA DE FONDO

José Antonio / López / Jalopez@diariodecadiz.com

El juez togado y hundido

Resulta curioso que los equipos quieran justificar sus fallos en el campo con los errores arbitrales

Los árbitros españoles siguen estando en el punto de mira. En el fútbol cambian los sistemas, los jugadores, los entrenadores y hasta los campos de fútbol, que se modernizan y se adaptan a los nuevos tiempos, pero el árbitro sigue teniendo la misma ayuda de siempre; dos auxiliares, antiguos linieres, y, si acaso, la más reciente figura del cuarto árbitro, que supuestamente le echa una mano desde la banda. En los partidos internacionales, además, se sitúan a otros árbitros junto a la portería, pero con el único cometido de comprobar, en las jugadas dudosas, si el balón ha entrado en la portería o no. O sea, que todos hemos mejorado con el tiempo en la percepción del deporte rey excepto el árbitro.

Sobre el juez, sin embargo, cae todo el peso de las críticas domingo tras domingo. Sus decisiones, tomadas en décimas de segundo, se miran y remiran desde multitud de cámaras para después tratarlo de partidista cuando se demuestra, sencillamente, que se ha equivocado. Claro que hay arbitrajes malos, e incluso árbitros malos, pero pocas veces se les reconoce la ingrata labor que deben llevar a cabo -evidentemente porque quieren y les gusta- y la facultad humana de equivocarse.

Capitaneando esta sarta de protestas suelen estar en los últimos años los dos equipos españoles que más deberían estar calladitos. Real Madrid y Barcelona han sido históricamente los conjuntos más beneficiados por los errores arbitrales, y ahora les ha dado por justificar sus fallos en el juego con la labor del trencilla. El Madrid no perdió la Copa por los penaltis no señalados, sino por las pifias de Higuaín. Y el Barça no sacó adelante su partido frente al Español por las manos no sancionadas del defensa, sino por su falta de verticalidad en los momentos decisivos.

Dejemos de acosar al juez de campo, y no imitemos otros acosos que sufre algún juez togado al que algunos quieren ver hundido. ¡Agua para todos!

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