Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

El hábito y la monja

Se puede criticar a cualquier mujer sin que inmediatamente se suelte el adjetivo más repetido: machista

Los viejos comunistas siempre cuidaron su aspecto porque pensaban que su indumentaria no podía delatarles ni ocultar su mensaje. Como en Anni Hall: que venga Mac Luhan y lo explique, el medio es el mensaje. No puede ser que la forma de vestir se convierta en un mensaje en sí mismo, pensaban desde los fundadores de La Internacional hasta los que luchaban contra la Dictadura. Cuando llegaron al Congreso todos los antiguos comunistas iban maqueaos, salvo Rafael Alberti, con su chaqueta vaquera quedó para la posteridad bajando del brazo de una Dolores Ibarruri de negro riguroso. Pero como diría Antonio Yélamo: a los poetas se les puede permitir los cordones en las gafas y las pajaritas. A lo máximo que llegaron fue a los jerseys que la pobre Josefina Samper le tejía a Marcelino Camacho para que estuviera abrigado en la cárcel. Ahora es mejor el sincorbatismo, las rastas y el bebé de la Bescansa.

No sé si el hábito hace al monje pero parece que a la monja, no. Y menos en carnaval. Tampoco sé si como dicen en Podemos, las mujeres vienen pisando fuerte o hay que cantarle a María Romay lo de pisa morena, pisa con garbo y todo lo demás. El caso es que cada uno puede ponerse el disfraz que le apetezca, faltaría más. De hecho algunos concejales salen en grupos callejeros según el tipo correspondiente y nadie ha dicho nada al respecto. Es algo que no hay ni que decir pero no es menos cierto que los concejales el día de la Final no están allí en su calidad de ciudadanos que se han sacado una entrada sino como representantes de la ciudad y como tales es pertinente llevar una indumentaria adecuada, como bien aprendió el propio alcalde tras su paso por Eutimio. La pregunta es ¿era adecuado el disfraz de María Romay? Me malicio que ella sabía que iba a ser el centro de todas las miradas a resultas de sus apariciones en el escenario durante las sucesivas lecturas de los diferentes fallos del jurado. La pregunta es si no resulta mejor aplicar las normas de los históricos dirigentes que no querían que su indumentaria ocultase sus gestiones o su ideología o es mejor llamar la atención. Ni que decir tiene que ha habido salvajes que en las redes sociales han dado rienda suelta a sus más bajos instintos. Cabe suponer que María Romay actuará contra ellos ante los tribunales. Asunto diferente es que se puede criticar a cualquier mujer sin que inmediatamente te suelten el adjetivo más repetido en la España contemporánea: machista. Ya saben ustedes que yo soy un fiel seguidor del sudapollismo

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