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El balcón

Ignacio / Martínez

Un espejismo en París

HOY estarán en la capital francesa casi todos los jefes políticos europeos para manifestarse juntos contra el terrorismo. Pero en realidad no están tan unidos como pueda parecer. Europa no tiene una política común de inmigración; sólo dispone de acuerdos policiales de control de fronteras. La UE tampoco ha montado un procedimiento de integración; cada país hace de su capa un sayo. Y encima los populismos xenófobos consiguen tanta aceptación popular que contaminan a los partidos tradicionales.

La matanza de París no sólo dará alas al Frente Nacional de Le Pen, la extrema derecha francesa, sino que alimentará a muchos otros populismos excluyentes. En Alemana hay un movimiento xenófobo creciente llamado Pegida, Patriotas europeos contra la islamización de Occidente, que empezó en octubre en Dresde, al este del país.

Están en contra de la nueva ley de asilo o la llegada de nueva inmigración. Se manifiestan los lunes; repiten la consigna "nosotros somos el pueblo" que fue el eslogan de protesta que se utilizó en la RDA en 1989 y precipitó la caída del Muro. La última concentración en vísperas de la Navidad congregó a casi 20.000 personas y la iniciativa se ha expandido por toda la República Federal. También la reacción contraria: ayer una manifestación contra la intolerancia reunió a 10.000 personas en Dresde.

La canciller Merkel dedicó parte de su discurso de fin de año a valorar la inmigración como algo muy beneficioso para toda Alemania y acusó a los promotores de Pegida de estar movidos por el odio. Pero ese mensaje cala: los partidos populistas de extrema derecha que han cogido esta bandera tuvieron un gran éxito en las elecciones europeas. El Ukip británico y el FN francés fueron las formaciones más votadas en sus países, y hay réplicas en Alemania, Holanda, Bélgica, Suecia, Dinamarca… en todas partes. En Italia, la Liga Norte organiza una procesión de cerdos en los lugares donde se anuncia la construcción de una mezquita.

La identificación de amplias capas de clases medias con estos movimientos está intoxicando a los partidos clásicos, lastrados por liderazgos débiles. Ya pasó en Francia, con el seguidismo tanto de Sarkozy como de Valls. Ahora pasa lo mismo en el Reino Unido, donde tras Cameron el líder laborista Miliband empieza a hacer un discurso ambiguo sobre inmigración: "Durante generaciones los inmigrantes han contribuido a construir este país. Pero nuestro partido no puede dar la espalda a las inquietudes de la gente sobre inmigración. Gran Bretaña no puede cerrarse en sí misma, pero la gente quiere ver medidas más justas". Esa declaración en boca de un descendiente de judíos polacos tiene doble enjundia. Hasta ahora, Miliband se había mostrado contrario a poner barreras a la inmigración desde países de la UE. Ahora está dispuesto a debatirlo.

No se crean la foto de hoy de París. Será un espejismo.

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