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Notas al margen

David / Fernández

Las elecciones prometen

AUNQUE no lo crean, esta campaña electoral promete. El discurso de Podemos, el más populista y el que cala hasta los tuétanos entre los que casi nada tienen que perder, marca el paso. No es lo mismo pedir el voto tras recortar en Educación o malbaratar los despidos, que ofrecer la jubilación para mañana y un salario social de lujo. La gestión miope y la ambición desnuda han situado a los partidos más clásicos al borde del precipicio. Aturdidos, pretenden recuperar el crédito en un santiamén, como los malos estudiantes que aspiran a aprobar estudiando la noche antes del examen. El miedo a perder el duro se refleja en su rostro, porque olvidaron que pasado un tiempo toca devolverlo. Algunos ya van por la segunda generación en el poder, los pobres, y encima perdieron el sentido del humor. Con Pablo Iglesias, en cambio, da la risa floja. Qué nivelazo, qué grandes sus amigos cuando se escaquean con Hacienda y quieren dar lecciones. Pablo lo mismo apunta a los unos que a los otros con sus dardos televisados. Su ascenso es directamente proporcional a la brecha que separa a PP y PSOE del personal de a pie que apenas recuerda los años que lleva tirando. De los parados es mejor que se olviden. Los sesudos asesores no se explican por qué las encuestas señalan a Podemos como el más guapo, y pese a ello siguen cobrando. Los cobistas, que también cobran, tratan de convencer a sus líderes de que si no anuncian el próximo invento en twitter no lo han dicho. Y no es eso.

Siglo y medio después, por primera vez el personal se pregunta adónde lleva el bipartidismo a esta sociedad tan castigada por una crisis sin precedentes. Una legión sospecha que Pablo Iglesias es un formidable demagogo, pero a la vez se engaña y quiere creer que tiene la pócima para crear empleo y lograr que Sanidad y Educación funcionen. ¿Y si el cambio...? La mayoría mira de reojo, por si las moscas, a Grecia y a los ministros de look tan gamberro que giran por media Europa en plan macarra y con la misma canción: no te voy a pagar la deuda... y lo sabes. Asustan a los bancos porque en una peña cuando 20 socios no pagan tiene cura; cuando no pagan 140, la peña desaparece.

Iglesias y estos ministros recuerdan al cómico Beppe Grillo, que revolucionó Italia con su discurso radical y logró canalizar el descontento general con la clase política. Se presentó como enemigo de los que representan a los bancos, a los poderosos, a los que dicen una cosa y la contraria, a los trincones. Pero qué cosas, cuando lo tuvo todo en la mano tras arrasar en las urnas, reculó y se opuso a gobernar. PSOE y PP no se fían y ya no saben qué hacer, más allá de llorar y abrazarse como hermanos. Algunos dirán que la última foto mirando a los tendidos para firmar el pacto antiyihadista está bien, entre otras razones porque, de otra manera, Sánchez habría tenido difícil salir en la foto. Pero la gente pide más. La gente ha visto antes a comunistas fervientes encarnarse en fieles reaccionarios, y a burgueses de primera jurando en arameo que se pasaron al bando anarquista. La gente lo que exige hoy es un mínimo de respeto y dignidad. Iglesias parece un cómico como Grillo que, a la hora de la verdad, incluso puede que se limite a criticar a diestro y siniestro desde la barrera. Pero sólo por ver lo que inventan unos y otros al sentir amenazada su hegemonía, sólo por ver la cara de algunos y sólo porque la posibilidad de cambio es real por primera vez en mucho tiempo, las elecciones prometen.

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