
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Ritual
Crónicas levantiscas
Emilio Gutiérrez Cruz, El Libi, ya lo hizo. Ataviado con sotana y faja blanca y cubierto por el solideo, el cuartetero que nunca conoció la vergüenza se plantó disfrazado de Papa en las tablas del Falla. Era 1994, y El Libi armó el taco: enfado del Vaticano, de varios católicos y de alguna cofradía de la que el cuartetero era hermano y que no comprendió el ánimo iocandi del Carnaval gaditano. Cada espacio tiene sus propios códigos, y lo importante es no confundirlos.
Donald Trump se disfraza de Papa en su red digital, Truth Social, y la propia Casa Blanca reproduce la imagen creada con IA en el entramado mierdificado de su amigo Elon Musk. Ya antes, el presidente de Estados Unidos había declarado a los periodistas que a él le gustaría ser Papa. “Es mi primera opción”, respondió, aunque después se decantó por Timothy Doland, cardenal arzobispo de Nueva York.
A diferencia de El Libi, Trump no es un caricato, o no debería serlo, pero no es eso de lo que aquí se trata porque a nadie debe sorprender el comportamiento cómico del hombre que lleva el maletín nuclear. Es más, algunos de los peores autócratas de la historia también han sido bastante ridículos, Hitler y Musolini se disfrazaban de militares sin serlo y Maduro ha hecho del chandalismo una forma de gobernar un país desde la horterada como paradigma de la negación de la ética y de la estética. El mal no está reñido con la banalización, tal como dedujo Hannah Arendt al observar la endeblez moral de un personaje tan ridículo como el jerarca nazi Adolf Eichmann.
Lo que importa de Trump es su mentira. Al ser preguntado en el Despacho Oval por su disfraz de pontífice, recurrió a uno de los tres consejos maquiavélicos que le dio en sus inicios gansteriles su mentor Roy Cohn: no admitas nada, niégalo todo. Yo no me he hecho esa foto, yo no la he colgado, habrá sido cosa de la IA, “a los católicos les encantó, pero los medios de comunicación falsos no saben aceptar una broma”. Como le puede más su egolatría que las enseñanzas de Roy Cohn –los otros dos consejos son atacar, atacar y atacar y nunca aceptar una derrota–, reveló que la sufrida Melania, que sí es católica, está encantada. “A mi esposa le pareció adorable”, dijo sobre la eslovena.
Ni payasete ni loco son atenuantes para esta mentira rubia que se ha instalado en el Despacho Oval.
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