El Alambique

Enrique Bartolomé

Con uñas y dientes

HACE tiempo que vengo dándoles vueltas a lo mismo: es inaudito que en nuestra ciudad existan colectivos que luchen por motivos sociales, ecologistas, educativos, vecinales, laborales o políticos y que no haya un cauce serio y eficaz -en forma de asociación, pongamos por caso-, que sirva para defender nuestro rico patrimonio cultural tangible mueble o inmueble.

Es digna de resaltar la magnífica labor emprendida por la Concejalía de Patrimonio en el mandato de María Antonia Martínez que hasta el momento continúa María Eugenia Lara, pero no es suficiente. Hay que concienciar a las administraciones públicas, a los entes privados y a la ciudadanía en su conjunto de la necesidad de invertir y preservar el espectacular valor del patrimonio que día a día y sin solución de continuidad, vemos languidecer bajo nuestras retinas.

Mientras se animan, les invito a dar un paseo por el centro de El Puerto: La Iglesia Prioral, en cuyo exterior encontramos la puerta del Sol, con elementos decorativos platerescos y barrocos o la del Perdón, que presenta rasgos estilísticos del gótico tardío, que están de pena. Y si nos asomamos dentro, para llorar: Capilla de Benavides, la de las Ánimas, la de los Varela; los órganos o la sillería del coro, todas desechas o mal conservados.

Por centrarnos, dos joyas: El hospital de San Juan de Dios, o el Monasterio de la Victoria, cuya conservación y puesta en uso pueden ustedes opinar.

Para remate las veinticinco casa-palacios catalogadas en nuestro PGOU, que hay que sudar para encontrarlas y cuando esto ocurre, dos lagrimones. Y tres botones de muestra: Palacio de Vizarrón o Casa de las Cadenas, el conjunto urbano bodeguero del Campo de Guía, o el Palacio de Winthuysen. ¿Alguien da más?

Para ir concluyendo, los espacios catalogados por la Junta como jardines de interés cultural: Quinta de Terry, Paseo de la Victoria o Parque Calderón y Vergel del Conde. Para olvidar.

Ya me dirán si no es para darle vueltas. Algo habrá que hacer y para ello les animo a que constituyamos un ente para la defensa -con uñas y dientes-, de nuestro patrimonio. Yo me apunto.

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