Días de MIR: elogio de la vocación

La ciudad y los días

08 de mayo 2025 - 03:05

Son de agradecer las informaciones sobre el inicio de las adjudicaciones de las plazas MIR. Porque, junto con el sacerdocio, quizás sea la medicina la vocación más exigente. Tratar a diario con la vida y con la muerte (y en el caso de los sacerdotes con la eternidad) exige una dedicación que nunca ceda a la rutina pese al inevitable desgaste diario. El médico y el sacerdote trabajan en la inestable frontera entre la salud y la enfermedad de los cuerpos y de las almas, en un territorio en el que la rutina que teje la cotidianidad queda de algún modo suspendida, aunque para ellos moverse en esa frontera sea su trabajo cotidiano, siempre por ello en peligro de derivar en rutina, la peor oxidación que pueda afectarles. Tan mala cosa es para un sacerdote convertirse en lo que popularmente se llamaba “cura de misa y olla” como para un médico olvidar que la medicina trata de cuerpos y almas o de mentes (psique) y cuerpos (soma).

No es nuevo vincular la medicina y el sacerdocio. Médicos de almas se llamaba a los sacerdotes y la literatura popular unió los conceptos de cuerpos y almas al tratar de los médicos. Fueron inmensamente populares en su día Médico de cuerpos y almas, la novela histórica sobre San Lucas de la en su día famosa novelista inglesa Taylor Cadwell (quizás alguien recuerde la miniserie Capitanes y reyes, basada en una de sus novelas, emitida en Grandes relatos de TVE en 1978), o el bestseller Cuerpos y almas del antes popularísimo y hoy también casi olvidado Maxence Van Der Meersch. En su interesantísmo, y me temo que también olvidado, Vocación ética y otros ensayos Gregorio Marañón situaba la vocación por la medicina inmediatamente después de la religiosa como las dos más exigentes, destacando “su práctica desinteresada, tantas veces comparada con el sacerdocio”.

No se trata de idealizar. Según una reciente encuesta, el 84,8% de quienes eligen estudiar medicina lo hacen por vocación personal, siendo los factores que les impulsaron a ello las experiencias personales con la medicina (43,5%), la admiración por figuras médicas (41,3%) o la inspiración familiar (34,8%), muy por encima de la estabilidad laboral (17,4%) o los ingresos (6,5%). Es el caso del hijo de unos queridos amigos que ha logrado elegir la especialidad de su vocación, a quien dedico este artículo deseándole que nunca decaiga su impulso vocacional.

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