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Tribuna Libre

Rafael / LARA

La crisis y la quiebra de los derechos humanos

¿Qué clase de crisis es ésta de la que los ricos salen aún más ricos y la inmensa mayoría de la sociedad se empobrece en recursos y en derechos?

¿Qué clase de códigos, no sólo éticos sino también penales, rigen en un sistema en el que una estafa piramidal ejercida sobre millones de personas no está condenada por la ley?

¿Qué clase de sistema de redistribución social es éste que obliga a los estafados a pagar los costes de la estafa perdiendo nuestros medios de vida y los derechos que nos permitirían recuperarlos?

¿Qué clase de reglas de convivencia e intercambio son las que permiten que unos cuantos se enriquezcan y roben descaradamente jugándose nuestras necesidades básicas en una economía de casino?

Quieren quitárnoslo todo y dejarnos en la calle, pero tampoco nos quieren en la calle como protagonistas de nuestra rebeldía, quieren reducirnos a elementos del mobiliario urbano; sin movernos, sin hablar, sin reclamar… La ley Mordaza.

Cuando los poderosos llegan a este nivel de degradación y las normas de convivencia se vuelven inoperantes hasta este punto, deben sonar todas las alarmas de la democracia, porque los derechos humanos están en peligro.

Se trata de un retroceso sin precedentes en nuestros derechos, los derechos que entre todos y todas hemos conquistado. No podemos admitir este paisaje de Derechos Humanos fundamentales destrozados, destruidos por los bombardeos rasantes del poder financiero sobre la población civil.

En 1948 se aprobó por la ONU, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En ella se inspiró la Constitución de 1978 para plasmar muchos derechos fundamentales: una economía al servicio del interés general, derecho al trabajo, a la vivienda, a la vida digna, a las libertades y a la democracia…

Con todo, aquella esperanza de que "nosotros, los pueblos del mundo" pudiéramos asegurar el futuro a las generaciones venideras, nació con demasiadas fisuras y déficits democráticos.

Y por esa brecha se ha colado la podredumbre que está convirtiendo en papel mojado todas las declaraciones de derechos y las conquistas de los pueblos, vaciándolas de contenido y dejándolas sin sentido. Los Derechos Humanos estorban, nos dicen que ya no son operativos, que es necesario modularlos.

Y no, no es la crisis la causante de la quiebra de los derechos humanos, es la forma de entender la crisis y de resolverla a favor de los poderosos a base de políticas inhumanas para los de abajo.

Podría haber sido de otra manera, detectando a los culpables y parándoles los pies, sometiendo al capital especulativo a las reglas democráticas, penalizando el enriquecimiento ilícito, redistribuyendo el beneficio para atender a la función social de los bienes y recursos del planeta. Pero no, se prefirió rescatar a los estafadores a costa de las condiciones de vida de la población, y así seguimos.

Y las consecuencias de esas políticas están a la vista en términos de sufrimiento humano, de paro, de pobreza y exclusión, de falta de vivienda, de protección, de deterioro de la salud y la educación, de pobreza infantil… de indecente desigualdad.

Este empecinamiento autoritario y sin lógica social nos advierte de que no nos encontramos ante recortes transitorios sino que se nos quiere imponer un cambio de modelo que rompe el pacto social que de alguna forma se contenía en la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Se trata de una oleada conservadora que está destrozando todo tipo de derechos civiles y democráticos. Cada día es más frecuente que el discurso del poder nos traslade a conceptos anteriores a la Ilustración, anteriores al contrato social, anteriores a la convivencia basada en la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Desde Derechos Humanos alertamos de que no podemos permanecer pasivos, esperando resignados la próxima ocurrencia antisocial del Gobierno o la siguiente medida contra los derechos y las libertades de toda la población.

De la cuádruple crisis que tiene atenazada a la sociedad española (económica, institucional, territorial y moral), solo nos libraremos con el compromiso, la lucha social y la solidaridad de todos nosotros.

Cada vez es más necesaria y urgente la activación de los de abajo para el imprescindible cambio social en profundidad basado en la Carta de los Derechos Humanos. Porque de los de arriba no podemos esperar nada.

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