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La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El otro chantaje de Puigdemont

Se ha acabado de retratar como un narcisista ridículo y un Capitán Araña que embarca al pueblo y luego lo deja tirado

Tiene poco sentido que yo me dedique a hacer de jefe de la oposición”, ha dicho Carles Puigdemont en la antesala de las elecciones catalanas. Si no reconquista la Generalitat, dejará la política. Dos en uno: chantaje máximo y autorretrato en negro.

No contento con chantajear cada día al presidente del Gobierno –y a través suyo, a toda España–, Puigdemont amenaza y extorsiona a los ciudadanos de Cataluña. O lo votan o los abandona. Esto lo han hecho en el pasado muchos políticos soberbios, pero normalmente sin avisarlo antes de pasar por las urnas. Si los votantes le daban la espalda, no aguantaban ni un día en la oposición. Daban un portazo porque ellos lo que querían era mandar antes que servir a la gente desde allí donde la gente los pusiera. Éste no. Éste advierte con loable sinceridad: o me devolvéis al Palau de la Generalitat o me voy. Puigdemont no engaña. O le dejan salvar a la patria o que la patria se las apañe sin él.

Se ha terminado de retratar ante el mundo como un narcisista megalómano y ridículo, que intenta vender como una gesta heroica un protagonismo puramente sobrevenido por la fusión de dos circunstancias externas: la carambola electoral y aritmética del 23-J y la férrea voluntad de un Pedro Sánchez de permanecer en el poder a toda costa, sin importar el precio, de la amnistía a la legitimación del procés o de la burla a la independencia de los jueces a la reescritura de la Historia.

Nada de heroico hay en la peripecia de Puigdemont. Un Capitán Araña sin pizca de épica. Embarcó a todo un pueblo en una aventura imposible y al rato se fugó en el maletero de un coche para no dar cuenta de sus actos como sí hicieron varios de sus compañeros de martirio ante la represión del Estado. Ahora no oculta su condición arácnida. Advierte de que si no lo reponen en el mismo sitial de honor que ocupaba antes de cometer los graves delitos que cometió se sentirá traicionado y los abandonará a su suerte. Por encima de la soberanía del pueblo que vota está su soberanía personal e intransferible.

No crean que lo más grave de la amnistía es que sea inconstitucional, como proclamaba Sánchez hasta anteayer, ni que desprecie a la Justicia ni que su presunto carácter de reparadora de la convivencia no se lo crea ni quien la ha impuesto. Lo más grave es que un tipejo como el descrito haya recibido la llave de la gobernación de España, la cuarta potencia de Europa. Con siete votos.

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