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Con la venia

fERNANDO / SANTIAGO

La calle es mía

El espacio público es de todos, sabia expresión tan obvia como incumplida. Los hay que piensan que es un lugar de su propiedad por un derecho milenario. El lunes por la tarde 600 personas se congregaron en El Palillero para reclamar la llegada de la república sin saber bien quién hizo la convocatoria y, por lo tanto, sin que Javier de Torre pudiera sancionar a nadie. El martes por la mañana unas señoras entradas en años y en kilos cortaron el tráfico en la Avenida para ir de San José a Santo Domingo porque, en teoría, iban a salir camino de Almonte para adorar una figura de su devoción. Cada uno tiene sus creencias y en la sociedad caben todas. De manera recurrente hay manifestaciones que cortan la avenida de la misma manera que los trabajadores de Navantia cortan el puente cada vez que les parece oportuno, con toda naturalidad, sin tener en cuenta (rocieros, obreros) si quienes tienen que usar las calles necesitan llegar con urgencia a cualquier sitio.

Durante toda la Semana Santa los cofrades ocupan las calles como si fueran suyas hasta el extremo de que se han molestado por algún comentario hecho en voz alta contra una determinada manera de cargar o de procesionar. Los capillas, no conformes con asaltar las calles parece que han decretado la ley del silencio por la cual solo se podrán manifestar según les parezca a los dirigentes de las cofradías sin tener en cuenta que es un espacio público. No conformes con esta ocupación grupos de jóvenes sacan en procesión cruces de mayo en una actividad que, según dicen, no es del agrado por completo de la jerarquía cofrade. En unos días saldrá el Corpus, otra actividad religiosa que toma las calles, como hace la Patrona, las procesiones pascuales y las de diferentes advocaciones y ritos católicos. Invocando una religión se hace uso del espacio de todos. No sé qué ocurriría si otra religión quisiese hacer lo propio, si quienes se creen dueños de las calles actuarían con la misma tolerancia que el resto de la sociedad para con ellos. También los aficionados al carnaval se echan a la calle para la celebración de la fiesta que cada vez se prolonga más en el tiempo y alcanza mayores niveles de ruido y suciedad. Esa es la manera que tenemos de usar el espacio común. Está bien, por supuesto, que todo el mundo pueda hacer uso de las calles mientras sea compatible con quienes no comparten creencias, reivindicaciones o maneras de divertirse.

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