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TRIBUNA LIBRE

César López Llera (*)

La bufanda de Antonio García Gutiérrez

LCada año en torno al 27 de marzo, Día Mundial del Teatro, los faranduleros de Chiclana de TAETRO le rinden homenaje a su paisano Antonio García Gutiérrez colocándole una bufanda, reivindicando la rehabilitación de su casa de la Corredera Alta y desarrollando gran cantidad de actos, entre los que destaca el fallo del Premio Rafael Guerrero de Teatro Mínimo, uno de los más prestigiosos del teatro breve, no sólo por el estreno y la publicación de las piezas, sino también por su pervivencia (esta edición es la décima) y la reivindicación del teatro mínimo como género teatral en el que caben tanto el humor como el compromiso ético y social, acercándolo a lo que Federico García Lorca pedía en La comedia sin título: que el teatro refleje lo que sucede sin evitar aquellas zonas oscuras que tantas veces se velan por no interrumpir el descanso de los ciudadanos. Porque en las tablas, como nos recuerda el canadiense Robert Lepage en el Mensaje del Día Mundial del Teatro de este año, se debe representar el mundo en toda su complejidad, promover el entendimiento de los pueblos y ofrecer soluciones a la intolerancia, la exclusión y el racismo.

Todo eso lo sabía Antonio García Gutiérrez, el "soldadito chiclanero y poeta" evocado en los Episodios Nacionales por Benito Pérez Galdós, que supo apreciar por boca de la Duquesa de Cardeña las intenciones de: El Trovador: "Me parece a mí que este drama esconde una médula revolucionaria dentro de la vestidura caballeresca; en él se enaltece al pueblo, al hombre desamparado, de oscuro abolengo, formado y robustecido en la soledad: hijo, en fin, de sus obras; y salen mal libradas las clases superiores, presentadas como egoístas, tiránicas, sin ley ni humanidad".

No podía ser de otra manera, porque García Gutiérrez, como él mismo recordó en su Discurso de Ingreso en la Real Academia, dedicado, por cierto, a la literatura popular, fue hijo de pobres y humildes padres y nunca apartó la mirada del pueblo, en cuyo seno nació y se formó. De hecho, viajó a pie desde Chiclana a Madrid y cuando el público reclamó su presencia en el escenario para aclamarle como autor de El Trovador el día de su estreno, a pesar de no figurar su nombre en los carteles anunciadores de la representación, Ventura de la Vega tuvo que prestarle su levita.

Quizá por eso supo reírse con gracejo y lenguaje andaluces hasta de sí mismo y de los dramas románticos escribiendo Los hijos del tío Troneras, una sarcástica parodia de El Trovador, en la que la crítica ha visto rasgos esperpénticos. O prefería entre todas sus obras: Juan Lorenzo, estrenada con un estrepitoso fracaso en 1865, un año después del éxito de Venganza catalana y tres años antes de la revolución del 68. Protagonizada por un poco heroico artesano que muere de apoplejía y desencantado: "¡Noble y santa libertad, / mi consoladora ideal…/ vuelve a Dios; no te desea / la frívola humanidad", mostraba en momentos prerrevolucionarios que los tiempos de los héroes románticos habían pasado y llegaban los de los antihéroes realistas, hijos bastardos y fracasados de una burguesía poco amiga de excesos.

García Gutiérrez no es sólo El Trovador, Simón Bocanegra o La Venganza catalana, ni un busto olvidado para que lo caguen las palomas y lo limpien sus devotos de TAETRO antes de colocarle su merecida bufanda cada año. ¡No! Antonio María de los Dolores García Gutiérrez es, como escribiera el periodista Fernández Bremón en la crónica de su muerte: "un teatro, un sistema literario, un maestro, una gloria del país", que merece como hijo del pueblo, de su pueblo, una casa digna en Chiclana, su casa, de la que salió para Madrid a pie, rehabilitada y convertida en Museo Romántico. Así no sólo se honraría su memoria, sino la de todo ese pueblo romántico que un año antes de su nacimiento proclamó la Constitución de Cádiz en nombre de la LIBERTAD, así, con mayúsculas, porque ya Larra dejó sentenciado que eso, nada más y nada menos, era el Romanticismo.

¿Acaso vamos a negarle una casa a la LIBERTAD? Para evitarlo y que no se constipen ni la Libertad ni García Gutiérrez, dicen que una tal Milagros Rivas, cómica y tejedora de sueños, tiene ya preparada la bufanda para el año que viene.

(*) Dramaturgo. Autor de Palabras de destrucción masiva. (Crónicas de la guerra de Irak), estrenada en Chiclana el pasado 14 de marzo dentro de la 9ª Edición de Teatro Mínimo y galardonado con numerosos premios, entre los que destaca el Tirso de Molina del Ministerio de Asuntos Exteriores.

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