En Cádiz se están perdiendo muchas cosas. Un día conceden las banderas azules y nos enteramos de que dos de nuestras playas ya no las tienen. ¿Por qué? Unos le echan las culpas a las barbacoas que enguarrecen lo suyo y otros a la Junta de Andalucía por hacer los análisis el día que había más mierda allí. No se dan cuenta de que el problema es la guarrería en sí. Si la playa está guarra no puede haber bandera azul. Y si la han quitado en Cortadura, donde no se organizaron barbacoas, será porque la guarrería llegó hasta allí.

No vamos a tener una oportunidad tan estupenda como ésta para cargarnos las barbacoas; de cara al 2012, por supuesto. Nos las podemos cargar como se han cargado la entrada del Parqués Genovés con el acceso impresentable del aparcamiento de Santa Bárbara; es decir, así como quien no quiere la cosa. Antes había barbacoas, y de repente ya no. Igual que en la entrada del Parque había un mirador precioso, y de pronto hay un adefesio. Para estas cosas no hace falta organizar un concurso de ideas, sino simplemente tener mala idea.

Si la culpa de que la bandera azul se haya perdido una noche mientras dormía es de las barbacoas, hay que cargárselas sin miramientos. Si no lo es, también, por si acaso y aprovechando. Pero si la culpa no es de las barbacoas, significaría que es de otro origen. Eso sería peor. Habría que iniciar una investigación para depurar responsabilidades. Lo mejor es que la culpa sea de las barbacoas, que no son un canto a la ecología verde, sino un borderío. Y, como cada año se celebra antes el Trofeo Carranza, más pronto ensuciamos la playa, cuando hay más personas de vacaciones.

Honor y gloria a la Caleta, que se ha quedado con la única bandera azul de Cádiz. Con razón justificada la han cantado Paco Alba, Enrique Villegas, Antoñito Martín y tantos poetas del Carnaval. Mira como a la Victoria la cantan menos. La Caleta es, hoy por hoy, nuestra insignia de las playas de Cádiz, una joyita, donde estuvo James Bond, sale Halle Berry con el biquini naranja y se juega al bingo con soltura. ¡Qué oportunidad se ha perdido en Valcárcel!