HAY asuntos que a uno le reafirman en su escepticismo crónico. A base de palos, los gaditanos de esta época y de otras pretéritas aprendieron a no creerse casi nada procedente de las bocas de los políticos. El Museo del Carnaval es el último ejemplo de lo que se debió hacer y nunca se hizo. Lleva uno escribiendo sobre el proyecto desde hace 15 años y todavía no se ha visto un albañil haciendo las mezclas. Y lo que queda. Un Museo impulsado por los autores y respaldado por la Junta, en el que no creía el Ayuntamiento, que proponía las casamatas de La Candelaria. Lo que son las cosas: ahora la Junta ha abandonado el proyecto y el Consistorio lo abandera. Y si no se construyó en épocas de vacas gordas, resulta chocante intentar hacerlo ahora, con tantas necesidades prioritarias en materia social como tiene esta ciudad. Y esto lo dice un carnavalero.
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