¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Epístola al soberanismo

El amor de Sánchez a los indepes es “comprensivo”, “servicial” , “disculpa sin límites”, “cree sin límites”, etcétera

Mural con Sánchez y Puigdemont.

Mural con Sánchez y Puigdemont. / DS

TENGO una mala noticia: el Constituyente nunca existió. Me explico mejor: nunca existió una persona consciente dotada de voluntad y entendimiento llamada señor Constituyente, alguien angustiado por incluir o no la amnistía en la Constitución. Sí existieron, sin embargo, coyunturas, intereses, generosidades, corrientes, experiencias y hombres que dieron como resultado la espuma de nuestra Carta Magna. Si ésta no recoge la amnistía fue, probablemente, porque los padres de la Constitución quisieron evitarse un dolor de cabeza más en aquella orgía de optalidones que fue la Transición. “Que arree el que viene detrás”, dirían.

Los de detrás ya hemos llegado y nos encontramos encarando una posible amnistía a los protagonistas del procés. ¿Es constitucional dicha señora? Vaya usted a saber. Lo que sí se da casi por seguro es que el Tribunal Constitucional dirá que sí. ¿Cómo? Muy fácil: el sector progresista (que es como se llama a la izquierda en estos órganos) hará valer su mayoría de siete contra cuatro. Y sanseacabó.

La pregunta, por tanto, a nuestro modesto entender, no es si la amnistía es constitucional o no. Ese debate lo dejo para los constitucionalistas, profesión de moda como lo fueron los arabistas el 11-S o los economistas en el crack de 2008. La cuestión, más bien, es si el “todos a la calle” de Pedro Sánchez es justo y necesario. Ya sé que el concepto “justo” es muy resbaladizo. Pero parece claro que el hecho de que se borren los delitos de unos delincuentes porque un político necesita un puñado de votos para seguir ejerciendo el poder no entra dentro de lo que los pobres mortales consideramos como “justo”. ¿Y necesario? Dicen desde el Gobierno de Progreso que con la amnistía las cenas de navidad de los catalanes volverán a la normalidad. Adiós al duelo entre cuñados. Y puede que sea así durante un tiempo. Justo hasta que los independentistas, cuyo arrepentimiento por lo ocurrido es nulo, vuelvan a echarse al monte, como en 1931 y 1934.

Como las oscuras golondrinas, volverán las falsas urnas, el matonismo de los CDR, la malversación, los palos en las ramblas ... no lo duden. Pero a Sánchez todo eso no le importa y su necesidad de poder le lleva a escribir su particular epístola de amor al soberanismo. Y el amor, como nos enseñó Pablo de Tarso, es “comprensivo”, “servicial” , “disculpa sin límites”, “cree sin límites”, etcétera, etcétera.

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