La aldaba
Qué clase de presidente o qué clase de persona
Hace unos días recibí una carta, como directora del periódico, que me estremeció como pocas en mi vida profesional. La firmaba Aixa Portero de la Torre, hija de Luis Portero, el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía que fue asesinado hace 25 años por dos pistoleros de ETA en el portal de su casa de Granada a la hora de comer. A ella, Aixa, no he llegado a conocerla en persona, pero tengo referencias suyas desde hace 25 años. Ojalá sólo supiera de ella por sus méritos, ya que es una de nuestras mejores artistas contemporáneas. Como el resto de su familia, su madre y sus tres hermanos, supe de ellos a partir de aquel fatídico 9 de octubre del año 2000. España conoció y compartió su dolor por otra de las absurdas y crueles muertes que sembró la banda terrorista durante décadas. Sólo aquel año fueron 23. Los analistas dicen que aquella “socialización” del dolor (ya no morían sólo policías o guardias civiles) fue un punto de inflexión y el principio del fin de la banda terrorista.
Pero esto no debe de consolar mucho a Axia, a quien podríamos pensar que sólo le duele su propio drama, pero en su carta demuestra que sufre por muchas otras familias, para las que reclama el esclarecimiento de los hechos y la condena de los culpables. Justicia, en definitiva. Precisamente el mismo concepto por el que murió su padre, servidor y leal defensor de la Justicia, no entendida como venganza, sino como equilibrio, que es imprescindible en una sociedad democrática.
Aixa no habla en su carta desde el rencor, escribe con un dolor sereno en plena madrugada desde la misma casa donde vivió con su padre y en cuyo portal fue asesinado. Su hermano Daniel Portero se ha quejado estos días públicamente de una especie de olvido de la figura de su padre en el 25 aniversario de su muerte y culpa especialmente al Gobierno y a la Fiscalía. Ella no hace reproches, se limita a recordar a su padre, a abrirse en canal y a pedir que se siga haciendo justicia para dar consuelo a las víctimas.
Yo ahora quiero convertir esta humilde columna en una breve respuesta a tu carta, Aixa. Te pido disculpas de antemano por cualquier olvido presente o futuro de la efemérides. Salvando las distancias, también recuerdo aquel día de forma muy nítida, cuando me llegó el aviso en mitad del almuerzo para luego vivir la angustia en la puerta de aquel hospital y el trágico desenlace confirmado por los médicos a todos los periodistas. El anuncio de la donación de órganos fue un rayo de luz en un día muy oscuro.
Es cierto Aixa, la Justicia no es venganza, es dignidad.
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