Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

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José / Petthenghi / Lachambre

Sé que estás ahí

Lo cierto es que no tengo mucha fe en la navidad. En todo caso lo que tengo son recuerdos; recuerdos de aquella navidad de mi infancia, de felicidad algo menesterosa, de desmedida imaginación neorrealista en blanco y negro. Y tal vez por una lejana lealtad a aquellos recuerdos, me fastidia hoy la explotación de la navidad que hacen los desaprensivos y arrogantes que se creen que todos los demás somos tontos de nacimiento.

Veamos, el año pasado al coro de exfalangistas, pelotilleros y resentidos por el cambio se le hinchaban las venas del cuello en un tremendo griterío contra el cava catalán, llamando al boicot y que se brindara con cava extremeño. Este año, como la minoría catalana, junto a las derechas, acaba de vetar los presupuestos del Gobierno, chitón. Supongo que habrán comprado cajas y cajas de cava catalán para tomarlo en la intimidad. Así son. Qué poca fidelidad navideña.

Veo en TVE1 al candidato Javier Arenas; cada vez parece más el típico cuñado pelma sabelotodo. Al final brinda por el 2008, el año del cambio, dice. Se nota que es el jefe porque al día siguiente el brigada Antonio Sanz brinda por lo mismo en la inefable Onda Cádiz, donde más tarde sale el sargento Loaiza haciendo idéntico brindis urbi et orbe. En Onda Cádiz sólo brindan ellos y sus amigos. Qué poco glamour navideño.

En el bar, junto a mi café con leche, hallo una carta en blanco para los Reyes Magos acompañada de un folleto con foto de la omnipresente Teófila que, como alcaldesa, me insta a la bulimia del consumo navideño. Qué poca consideración navideña.

No descansan ni en navidad, mandando, disponiendo, intimidando. Ellos saben de la endeblez del tejido del que estamos hechos, saben de nuestra alergia a pensar, conocen nuestra renuncia a conquistar la realidad, nuestra pereza a imaginar otras posibilidades, que lo nuestro es mirar hacia otro lado y fingir que no pasa nada; nada que no sean placas a tutiplén, premios de medio pelo, coronaciones de todo tipo, ceremonias estrafalarias y vacía frivolidad, mientras la caries de la indolencia y la pasividad nos devoran por dentro.

Sé que esto no sólo ocurre aquí -no soy tan ingenuo- pero te hablo de lo mío, de lo que comparto contigo: esta ciudad crepuscular e insólita, esta vacilante ruina en pie, tan frágil y extraordinaria que sólo necesita al mar para ser hermosa. No tengo mucha fe en la navidad, pero sé que estás ahí. Así que gracias por el viejo año.

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