¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Zapatero y ETA

Lástima que ZP derroche su gloria en la derrota de ETA al justificar los pactos con sus herederos sentimentales

YA sabemos cómo es Zapatero: bambi con los dictadores y jaguar con los periodistas españoles. El otro día estuvo sembrado en lo de Herrera. Se ha puesto la camiseta socialista y está dispuesta a sudarla. Estuvo faltón y, a ratos, brillante y tramposo. Por defender, hasta defendió a Irene Montero (y a su profeta, Bibiana Aído). Coger la bandera de la humillada podemita en estos momentos le honra. Algo de fiera y noble sangre leonesa le debe quedar. Irene ya sabe de qué color es la sororidad de Yolanda Díaz. “Yo sí te apuñalo, hermana”. Zapatero dijo algunas mentiras y algunas verdades. De las segundas, una muy importante es que el gran fiasco del sólo sí es sí no es responsabilidad exclusiva de Montero, sino de todos los que la votaron en el Parlamento, entre ellos Pedro y Yolanda. Esta última, incluso, se negó a votar la reforma que el PSOE impulsó tarde y mal. A Irene la llevan al cadalso sus cómplices en el crimen, el terrible gineceo de la nueva izquierda.

Pero donde Zapatero sacó más pecho fue en su reivindicación de la derrota de ETA. Se ve como un Napoleón. Nadie puede negar que el final de la banda terrorista ocurrió bajo su manto y que él trabajó duro para que esto sucediese. Pero es evidente que él ya recibió una ETA herida de muerte gracias, fundamentalmente, a una Ley de Partidos que voló los apoyos políticos y económicos de la banda. Ley, por cierto, impulsada por Aznar y apoyada sin complejos por el PSOE. Eran otros tiempos.

La verdadera historia del final de ETA aún espera a su Bernal Díaz del Castillo que la escriba. Junto a la Ley de Partidos está, por supuesto, la acción de la Guardia Civil (principalmente) y la Policía; la colaboración de Francia, tardía pero letal, en la que fue fundamental el hoy defenestrado Sarkozy (gracias, monsieur); y la movilización social, aunque esto último habría que matizarlo bastante. Nosotros, el populacho, siempre tendemos a adornarnos y nunca falta algún político o periodista para hacernos la pelota. Pero lo cierto es que la reacción de la sociedad española frente al terrorismo etarra fue lenta y tibia hasta la etapa final. Si hablamos de la sociedad vasca en particular esta cobardía o desinterés se eleva a la enésima potencia. ¿Fue Zapatero el que firmó la rendición de ETA? Indudablemente. ¿Fue el que la derrotó? En absoluto. Fue un agente más, lo cual le honra y desde aquí se le reconoce. Lástima que tanta gloria la derroche en justificar lo injustificable: los pactos de su partido con Bildu, los herederos sentimentales de ETA.

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