Volteretas

Para los nuevos clérigos, la belleza es un privilegio intolerable y sólo son admisibles la fealdad y la deformidad

En la playa hay un grupo de chavales que juegan a hacer acrobacias en el aire. Son chavales de diversos orígenes -magrebíes, latinos, autóctonos- que tienen los cuerpos atléticos y que disfrutan exhibiéndolos. Me paro un rato a observarlos. Se dedican a los saltos mortales, las volteretas con tirabuzón, los saltos hacia atrás. Usan un vocabulario propio: backflip, frontflip… Mientras saltan, hay una especie de dicha instantánea, una especie de éxtasis dionisíaco como el que uno imagina en la antigua Grecia (y que todavía se puede ver a diario en África o en la India). No hay miedo a las caídas, no hay miedo a hacer el ridículo, no hay miedo a romperse el cuello. En esos momentos, cerca del mar, sólo existe la alegría inagotable de hacer piruetas en el aire y chillar de alegría.

Después del año y pico larguísimo del Covid, ver a estos chavales que viven la pura alegría animal de dar saltos en el aire es un milagro. Cuánto gozo, cuánto amor a la vida hay en estos chavales a los que les espera un futuro negrísimo, trabajando por una miseria -si tienen suerte- o vagando sin rumbo por las calles buscándose la vida. Pero ahora nada de eso importa. Toman carrerilla, se elevan en el aire, dan varias vueltas de campana y caen de pie sobre la arena. Si Píndaro estuviera vivo, habría escrito una oda a estos cuerpos jóvenes que no parecen tener miedo de nada. Y Cernuda -que seguramente debió de ver escenas muy parecidas en Acapulco o en Veracruz- habría escrito un poema sobre estos bellos cuerpos que se exhiben sin pudor y sin miedo.

Me pregunto por cuánto tiempo. Cada vez hay más fanáticos -casi todos pertenecientes a la extrema izquierda, pero también en el otro lado- que odian todo lo que sea belleza física. Para estos nuevos clérigos cuaresmales, la belleza es un privilegio intolerable y sólo son admisibles la fealdad y la deformidad (que asocian, no sé por qué, con las víctimas del capitalismo). El simple hecho de observar los cuerpos que se exhiben se considera una abominable "cosificación" que debe ser repudiada. Al gran José Antonio Montano, sólo por ensalzar la belleza de las "atletisas" de los Juegos Olímpicos, una jauría de fanáticos se le ha arrojado a la yugular acusándolo de ser poco menos que un depravado que merecía ser encerrado en una mazmorra. Sí, vienen malos tiempos. Y los fanáticos están ganando.

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