Ana Pastor

Presidenta del Congreso

Triste adiós a un patriota constitucional

Nos deja un gaditano ilustre, un político de raza, un amigo y un referente intelectual

EL pasado 28 de febrero, un acto en el Teatro Real de Madrid ponía el broche final a los actos institucionales con los que España ha conmemorado el 40 aniversario de su Constitución. En aquella cita se combinaban cultura y democracia, dos de las pasiones que, junto con el estudio y ejercicio de la profesión jurídica y las relaciones internacionales, han marcado la vida de uno de los hombres más importantes para la reconciliación y la convivencia entre los españoles, José Pedro Pérez-Llorca.

José Pedro era, como miembro destacado del Consejo Asesor de ese Aniversario, un ferviente impulsor de su conmemoración, pero después de muchos meses de trabajo y contribución siempre sabia y audaz, ese último día ya no nos pudo acompañar. Su salud se resentía y le impedía cumplir con los muchos deseos de una mente que siempre ha sido brillante y sin la que probablemente España sería algo distinto a lo que conocemos hoy.

Al recibir la noticia de su fallecimiento, no pude evitar sentir un hondo pesar. Porque nos deja un ilustre gaditano y un patriota constitucional. Un compañero fiel para todos los demócratas y un político de raza y altura. Pero, sobre todo, se marcha un amigo y un referente intelectual y personal para quien con tristeza hoy escribe estas palabras, con las que me gustaría rendirle un sincero homenaje y transmitir mi cariño y afecto a su esposa, Carmen.

Reconozco que, como Presidenta del Congreso de los Diputados siempre he encontrado el espontáneo afecto y consejo de José Pedro Pérez-Llorca. Porque aún alejado de la vida pública, este prohombre español, de currículo difícilmente imitable, nunca perdió el interés por el bien común de sus compatriotas, ni la preocupación por el progreso de esa nación que él mismo ayudó a construir.José Pedro era un gran jurista y letrado en Cortes, un excelente diplomático y un servidor ejemplar, que –siguiendo una estela que 200 años antes ya habían abierto ilustres diputados gaditanos liberales como él– supo escribir uno de los capítulos más venturosos de la historia de España, como miembro y autor de la Ponencia que daría contenido y forma a nuestra Carta Fundamental.

“La Constitución pudo ser para todos porque no nació contra nadie”, dejó dicho. Y esa es la mejor muestra de su talante siempre dialogante, sereno y comprometido; de su franca palabra y de esa astuta inteligencia política que tanto le caracterizó, particularmente en aquellos difíciles años de la Transición en los que los españoles hicimos posible el sueño unánime de nuestra democracia.Una democracia a la que, además, José Pedro siempre juró un servicio responsable, desinteresado y leal: primero como Ministro de la Presidencia, de Administraciones Públicas, y de Asuntos Exteriores, con los Presidentes Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo; después, como fundador de uno de los despachos de abogados más importantes de nuestro país; y, finalmente, como presidente del Patronato de ese buque insignia de la cultura española que es el Museo del Prado.Es triste, y al mismo tiempo poética, la casualidad de que coincidan con su partida las celebraciones por sus mejores y más honorables tareas: los 40 años de la Constitución y el 200 aniversario del Museo del Prado. Porque conmemorar que la democracia devolvió a los españoles el orgullo de una nación con una historia, una cultura y una tradición como pocas en el mundo, es la mejor manera de rendir tributo a quien, en justicia, hizo todo lo posible para aquella aspiración, por todos compartida, se convirtiera en una realidad. Desde mi más sentido recuerdo, descanse en paz.

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