Crónica personal

Pilar / cernuda

Toca pelear

ANTE la adversidad, la peor solución es hundirse anímicamente, ponerse a llorar o caer en la autocompasión. Cuando vienen mal dadas, más que nunca hay que pelear. Pelear para salir adelante, para buscar alternativas, para emprender otros caminos y para encontrar fórmulas con las que paliar el desastre.

La descalificación de la candidatura madrileña en la primera ronda no sólo ha roto las ilusiones sino que ha sido como una bofetada no prevista, una humillación. Todos estábamos preparados para no ser vencedores, pero no para que nos eliminaran a la primera de cambio. Profesionales de la cosa hay que explicarán las razones de esa eliminación cuando Madrid 2020 había conseguido la mejor calificación de la comisión de evaluación del COI y explicarán también por qué las casas de apuestas internacionales indicaban de forma unánime que Madrid tenía todas las de perder; comprobarán si es cierto que Francia tenía muy "trabajado" al COI para que no venciera Madrid porque París perdería la oportunidad de ser ciudad olímpica en el 2024, y por supuesto analizarán qué se hizo mal por parte del comité organizador. Porque es evidente que independientemente de las componendas que pueda haber habido, algún fallo hay que poner en la cuenta de los organizadores, aunque no fuera más que por no enterarse de esas componendas.

Pero dicho esto, o escrito esto, y reconociendo que el palo ha sido monumental quizá porque las expectativas eran muchas a pesar de que desde las más altas instancias se pedía prudencia, hay que insistir en que de peores situaciones hemos salido.

Hay un tiempo para llorar, lo hay incluso para gritar de rabia; hay un tiempo para vivir el luto, para dejarse llevar por el dolor y para lamerse las heridas. Pero pasado ese tiempo, que no puede ni debe ser muy largo, hay que tirar para adelante. Ahora es difícil incluso advertirlo porque las lágrimas empañan todo, pero los españoles somos gente de raza, habituados a pasarlo mal, y peor que mal, y siempre conseguido superar la adversidad.

Esta vez no va a ser una excepción. Era una aventura con la que ilusionarse, se abrían oportunidades de trabajo, inversiones que nos sacarían de pobres y veríamos crecer media docena de ciudades además de Madrid. Un sueño después de la pesadilla. Pero no ha podido ser. Así que no queda más remedio que agarrarse a esos datos económicos que permiten encarar el futuro con una cierta esperanza. Pero agarrarse con la voluntad de participar en la lucha para sacar cabeza. No se puede dejar en manos de otro la solución de nuestros problemas. Hay que afrontarlos, uno a uno y personalmente, para superarlos.

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