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La hache intercalada

Pilar Paz Pasamar

Tablillas y tabletas

DE aquellas tablas de escritura grabadas con remotos cinceles o buriles al libro ingrávido y objeto de deseo, sobre todo para aquel que prepara un equipaje, los actuales wibooks, Ipad internáutico, el libro digital , son el último grito en tecnología y han creado un verdadero cambio en el uso de todo lo relacionado con la lectura o escritura. Por el tamaño- si la RAE acepta su denominación- les llamamos tabletas quizás porque caben en cualquier parte de bolso o maletín, de manera que introduces en ellos, no solo aquellos libros de los que piensas disfrutar, sino la cantidad equivalente a los que componen la totalidad de una biblioteca. Y queda espacio de sobra para otros factores de ocio o trabajo como películas, fotografías, pasatiempos, discos, documentos etc.. En el Museo de El Cairo, ahora sacudido por los últimos acontecimientos, se mostraba una tablilla- ¿habrá desaparecido en la revuelta?- de un alumno que escribía las experiencias de un día en la escuela para enseñárselas al padre a la vuelta a su casa. Desde aquella época mesopotámica al Egipto y su capital en estos primeros días de febrero, han transcurrido, como ya saben, muchos siglos y todo lo relacionado con la escritura: hojas de Pérgamo, códices miniados, pliegos de cordel y el gran triunfo de la imprenta han ido formando la historia del libro, el elemento básico de las culturas. Y ocurre lo de siempre: una mayoría de los relacionados con su comercio o uso, se alarman y temen que el nuevo producto de la tecnología empobrezca o haga desaparecer una industria tan veterana, algo así como lo que ocurrió a primeros del pasado siglo con la cinematografía en relación con el teatro, o a mediados de aquel, con la televisión respecto al cine. Pero ocurre que todas esas artes o industrias conviven al mismo tiempo a pesar de la diferencia cuantitativa de adeptos que es la que las hace más o menos rentables. Para el apasionado adicto a la lectura, creo con optimismo que siempre encontrará la forma de relacionarse y disfrutar de esa aventura que consiste en adentrarse en el mundo creado por el pensamiento de otro. Supone una especie de complicidad y trato íntimo, subrayado, confidencial. A veces, el rescatar algún libro del anaquel, advertimos, como frente a un espejo, nuestra propia evolución temporal y en las líneas de esas notas marginales encontramos aún el calor de nuestro contacto y el recuerdo de esas horas felices que nos depara la lectura hecha en paz y, si es posible, en silencio.

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