ESTO de los sobornos de empresarios de la construcción a los políticos debe ser algo usual, a tenor de la proliferación de casos por todos los rincones y colores políticos del país. En El Puerto, el constructor Manuel Lores asegura con toda la cara que ha pagado 20.000 euros al PP para poder ejecutar un proyecto comercial que había planeado para el estadio José del Cuvillo, que es de propiedad municipal, aunque él debe pensar lo contrario. Esta desfachatez ha desatado la denuncia de otro partido, que dicho sea de paso intentó recalificar estos terrenos -declarados de uso deportivos y zona verde- para que se pudiera construir el mismo centro comercial. A lo mejor el cabreo es porque a ellos no les pagaron, o sea, que hacen de mamporreros de los especuladores gratis. Pero la Justicia -mal que les pese a algunos- empieza a actuar y está dejando al descubierto la trama de corrupción que ha llevado a El Puerto a un caos urbanístico de consecuencias imprevisibles. La verdad es que a algunos no nos ha sorprendido. Hay políticos que hacen favores a constructores ilegales con la complicidad de técnicos de Urbanismo que a su vez tienen relaciones privilegiadas con las empresas que tramitan la legalización fraudulenta de esas viviendas ilegales. Esto puede terminar como la película de Berlanga ¡Todos a la cárcel! El precio de tantos 'favores' está por aclarar, pero todo se sabrá.

Si repugnante es que responsables y funcionarios públicos -cuya obligación es defender el interés general y la legalidad- utilicen su poder para conspirar con delincuentes y hacerse de oro, más lo es que los ciudadanos jaleen y alienten a semejante gentuza. Lo hemos visto muchas veces en los plenos municipales aquí en El Puerto y se ha repetido en Alcaucín, con vecinos aplaudiendo a un alcalde que debería ser la vergüenza de todos, sobre todo de los que lo han venido votando de forma ininterrumpida en las últimas legislaturas. Este alcalde, con su botín de 160.000 euros debajo del colchón, representa la España más cutre y negra.

La Justicia es lenta, a veces, desesperantemente lenta, pero empieza a actuar para espanto de tantos políticos y funcionarios corruptos que creían que el boom de la construcción, con sus comisiones millonarias, iba a durar para siempre. Nada es eterno.

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