Francisco Víctor López Fernández / Carmelita Descalzo

Santa Teresa del Niño Jesús, Patrona de las Misiones

CON el día primero de octubre se comienza el mes de las misiones, y con una buena onomástica, pues el santoral nos dice que es Santa Teresita. Murió el día 30 de septiembre, finalizando el siglo XIX. Eran las diez menos veinte de la noche, del año 1897 cuando se detuvo lo "temporal" y se trocó en eterno, para Santa Teresa del Niño Jesús. Como sin darse cuenta nadie, caló en lo hondo de tantos hombres que, desde entonces, aquella monja Carmelita Descalza, del convento de Lisieux (Francia), produjo como una eclosión de amor y fervor, semejante a las épicas medievales.

El cementerio de Lisieux recibió los restos de la monja que por las leyes laicas y prohibitivas de los franceses negaban el enterramiento en el convento; de allí, en son de gloria, al ser exhumados, volvió al monasterio. Y con el mismo halo de triunfo continúa recorriendo el mundo. Aún se recuerda su paso al acercarse a Cádiz, en noviembre del 2003, cuando trajeron sus Reliquias.

Pero ¿por qué por todo el mundo? Para entenderlo en esta monja de clausura y para saltar los muros de su convento fue esencial la composición del libro Historia de un alma. La obra que escribió a petición de la madre priora, que a la sazón era su hermana de sangre, y que procuró concluirlo para entregárselo como regalo, en el día de Santa Inés, su onomástica. Aquel detalle familiar, tierno y propio, más de vida de convento que de nuestras calles es lo que brilló como una estrella radiante. Y se publicó, por exigencia de sus devotos, al poco tiempo de morir la hermana Teresa. Y comenzaron a agotarse las ediciones, y comenzaron los permisos para las traducciones, y así sigue abriéndose brecha ocupando su puesto clave en las editoriales y librerías como autora fundamental. Aquel lenguaje familiar, femenino y espiritual, de los recuerdos de su vida, se convirtieron en la clave del vuelo universal.

Desde otro continente un obispo canadiense, Octave Charlebois, comienza un eslabón para que sea declarada Patrona de la Misiones. Aún estaba fresca su canonización (17-V-1925), y solicitó al Papa la proclamación especial para las misiones y misioneros. A la petición se unió rápidamente el episcopado canadiense. Y comienza a solicitar, también, la misma petición los obispos misioneros de otros países. Y se reciben en Roma 232 solicitudes episcopales de las misiones elevando, esta solicitud, en representación de las iglesias misioneras. Al Santo Padre Pío XI, se le presentaron todas las Cartas en un volumen. Lo que agradó al Papa no satisfizo a un par de sus "ad láteres", razonando que Teresa del Niño Jesús nunca había dejado la clausura y no había ido a las misiones. Y fue el mismo Pío XI quien escribió el decreto proclamando a "Santa Teresa del Niño Jesús, Patrona especial de los misioneros y de las misiones, con el mismo título y con el mismo privilegio litúrgico que San Francisco Javier". Aquella declaración pontificia fue el 14 de diciembre de 1927.

Cierto que Teresa no salió nunca del Carmelo de Lisieux. Sin embargo, tenía los deseos de su corazón tan altos y grandes que los alcanzó, de modo diferente pero real. Escribía la Santa, en su libro autobiográfico: "Tengo la vocación de apóstol…Quisiera recorrer la tierra, predicar tu nombre, y plantar sobre el suelo infiel tu cruz gloriosa. Pero, ¡oh, Amado mío!, una sola misión no me bastaría. Desearía anunciar al mismo tiempo el Evangelio en las cinco partes del mundo, y hasta en las islas más remotas…Quisiera ser misionero, no solo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguir siéndolo hasta la consumación de los siglos… Pero desearía, sobre todo, ¡oh, amadísimo Salvador mío! derramar por ti hasta la última gota de mi sangre…"

Y ya en nuestros tiempos, comenzaron las peregrinaciones de sus Reliquias por todas partes, y con todo tipo de transportes, hasta llevadas por excelentes perros, enganchados al trineo, para llegar a los lugares polares más gélidos imaginados. Comenzó este caminar espiritual y masivo en 1994; cumpliéndose sus deseos de llegar a todas partes. Digamos que es la misión que Dios le confió: "Recorrer todo el mundo".

Recientemente, del 23 de junio hasta finales de agosto las Reliquias de Santa Teresita han recorrido todas las diócesis de Ecuador, llegando incluso a las islas Galápagos, y congregando a multitudes y acercándose en las cárceles, hospitales, pasando las noches, por no decir durmiendo, en los conventos de las monjas contemplativas, acompañadas con vigilias de oración, ocupando su puesto álgido al presidir el III Congreso Misionero Americano (CAM3) y el VII Congreso Misional Latinoamericano (COMLA8), en la Ciudad de Quito.

Evocando su celebración, como cada año, al llegar su fiesta litúrgica del primero de octubre, en el templo parroquial de Nuestra Señora del Carmen (en la Alameda) se bendecirán y repartirán las rosas de Santa Teresita, al finalizar la eucaristía de las 7'30 de la tarde, llevándonos, de alguna manera, su fragancia, el empujón que llevaba siempre en su corazón, la fuerza de la vida diaria en la monotonía de cada día, la ternura femenina y el amor teresiano-lexoviense.

Aquella jovencita, muerta a los 24 años, encerraba tan profunda enseñanza que el recordado Juan Pablo II lo proclamó Doctora de la Iglesia, en este clima y mes misionero. Otro Papa prepara pronto la beatificación de los padres: D. Luis Martín y Dª Celia Guerín. ¡Vaya santidad real y familiar!

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