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Desde mi cierro

Pedro / g. Tuero /

Respirando Isla

Y es que salí de mi trastocado cierro para volver a respirar el aire de esta placentera Isla. Un cierro del que me evadí por culpa de una feísima y mal ubicada catenaria justo delante de este mirador mío. Horrorosas catenarias que se ven y destacan malogrando el agradable paisaje que aún queda de aquella calle Real de entonces. Y en ese camino emprendido me topé con tantas cosas. Pues, mi paseante lector, hacía algún tiempo -demasiado espacioso para mí- que no me entraban por mis castigados pulmones el aire de mi Isla y por mis enmendados ojos esa luz tan diferente que nos cubre y abriga.

En ese isleño paseo mañanero, a tantos amigos encontré y a muchos de mis respetados lectores hallé. Una mañana que me llenó el alma no sólo de sol, sino de literarias misiones cumplidas. Una calle Real en donde mi cierro de infancia aparecía no solamente trastocado y desconocido, sino convertido en un yoigo más de esta moderna vida del móvil y otras leches. Y justo allí, en ese tramo de calle del que nunca me olvidaré, algo extraño ocurrió que no me lo creía, era el fantasma tranvía que reconvertido pasaba por delante de mí, un paripé más de la asusanada Junta para hacernos más corta la espera. Y así continué mi paseo y me quedé sin cigarrillos. Y me encontré sorprendido con una Isla sin tabaco, pues desde San Francisco hasta La Mallorquina no lo hallé, ese tradicional y tan isleño lugar, donde saludé mediando un café a mis seguidores propietarios Mercedes y Manolo. Pero, en ese peregrinaje buscando mi humeado hábito, allí, en aquella calle de mis recuerdos, Cayetano del Toro, me encontré a una Isla con sexo, un establecimiento dedicado a tal deleite, un sex-shop muy bien abastecido, cuyo propietario me ilustró sobre esos tan variopintos objetos. Además de, según su reclamo publicitario, advertir al atrevido cliente que "si quieres que nuestra asesora te atienda personalmente, o si deseas algún artículo especial, podrás ponerte en contacto con ella…".

Luego, durante ese agradable paseo, mientras respiraba Isla, decidí visitar la exposición que figuraba en el Centro de Congresos de 35 fotógrafos isleños, titulada Miradas desde La Isla, siendo mi amigo y admirado Pablo Quijano, uno de los coordinadores de dicha muestra, quien me sirvió de cicerone explicándome los detalles y curiosidades de esas fotografías tan entrañables y tan nuestras. Artistas de hoy y otros ya fallecidos, "… aquellos que, un día ya lejano, dejaron de guiñar un ojo y de apretar el disparador. Pero queda su obra, esa que tienen ahora ante ustedes". Como reza el programa conmemorativo. Y lo que siempre pensé: una Isla colmada de gente con arte y talento, de una especialísima idiosincrasia que la distingue intensamente.

Jornada matinal de la que disfruté. Y, aunque el paseo fue largo, no llegué hasta las comatosas instalaciones del CEFOT, ni hasta el Janer, no fuera a pegarme un susto al encontrarme con algún muerto fenicio. Para finalizar mi itinerario y en mi templo, saboreé otro cafelito junto a mi leal Perete, como Dios manda.

Ah, y La Isla ya está en el mapa, dicen. Menos mal.

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