Efecto Moleskine

Ana Sofía Pérez- Bustamente

Qadis 1001 noches

Cádiz. Gades. Qadis. En el templo de Ishtar (hoy Santa Catalina) hay un incubatorio: un recinto sagrado donde acuden los fieles a soñar. ¡Oh divina Astarté! Concédeme una noche que dure no una sino mil y una noches. Yo vine con el viento de levante, mi corazón se orienta hacia el Oriente. Estrella de la tarde, dulce Venus, apiádate de mí.

Bajo los párpados están dando las doce en punto del color. Yo vivo en una torre mirador. Soy bordador de estrellas. Mira mi lienzo, mira mi bastidor. Puedes pasar los dedos: es la historia del hilo de la vida: va ensartando lugares y esperanzas con recuerdos en guirnaldas de rosas. La vida, muchachito, es un caftán de pequeños retales, a veces de arpillera, a veces de damasco, un bostezo de seda, un dobladillo de tul que reverbera como si fuera el mar. Pasen y vean: trabajo con los ojos y las manos y con un gigantesco ordenador. Pero vivir... Vivir es un oficio de soñar. Cuando se sueña desde el centro del ojo del huracán, allí donde convergen –Assalam Alaikum– cabeza, boca y pecho, todo es arco iris.

Bordo el campo del sur, sus catedrales, su muralla, sus bloques, sus palmeras.

Bordo la Aduana en camisón rosado. Y el parque Genovés con sus cipreses camino del azul. Bordo la celosía verde de las monjas que estaban y no están en el convento de Santa María. (Morado, el Nazareno.) Bordo las fantasías de las fuentes que se parten de risa en cien mil perlas. Bordo el Ayuntamiento y su gemelo, el Gran Teatro Falla, un palacio moruno. Se me escapa un suspiro con vértigos redondos como un drago cargado de flores de Manila. Árboles del mundo entero: Cádiz era el vivero de las Indias. Y este intenso mareo de naranjo y maría, de yodo y de jazmín, de cazón en adobo. El hambre pide pan, ¡ay, Sherezade!, no nardos, y no cuentos. Pero también existe el hambre de belleza. Hambre de luz, de luz. Yo soy un andaluz muerto de hambre.

Están dando las doce en punto del color. Oh Estrella de la tarde, Madre Ishtar: Acoge con amor el amor que te ofrecen las manos narradoras, las manos pensativas, las mil y una manos floridas y estrelleras de José Alberto López, maestro bordador.

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