Pastillas

España bate todas las marcas mundiales del consumo de ansiolíticos y nadie se preocupa bastante

España encabeza, según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, el consumo mundial lícito de ansiolíticos, hipnóticos y sedantes. O sea, que estamos fatal; aunque antaño fuimos alegres y valientes. Quería escribir en contra de tanta medicación, pero me daba un respeto. Debo mucho a las pastillas. He comido de ellas. Abundan los boticarios en mi familia: dos tíos abuelos, una madre, un padre, una tía y un hermano, y mi sobrina Beatriz, que lo será. No quería que pareciese que hacía de menos a la farmacología.

Como estoy medio griposo estos días, escribo sabiendo cuánto consuela una medicina a tiempo. Me hallo, pues, en la perfecta disposición para escribir contra las pastillas, con el corazón dividido, que es como mejor se escribe.

Por tanto, arranco reconociendo que mucha gente que toma pastillas bajo supervisión facultativa hace estupendamente y que mejor que no se las salte. Pero el récord mundial en ansiolíticos es, desde luego, para ponerse nervioso. Algo nos está pasando.

La buena literatura sería un remedio excelente: o preventivo -en la gran mayoría de los casos- o complementario. Pero no se lee. A toda mi parentela boticaria les recuerdo que Ramón Eder advierte que habría que vender a Chesterton en farmacias como antidepresivo o, mejor dicho, como euforizante. El gran inglés sostiene que incluso en el peor de los casos tenemos un motivo fundamental para dar gracias porque podríamos no haber sido. Aunque quizá el mejor comprimido de esta idea esté en estos versos de Juan Peña: "La felicidad no es cara:/ basta para ser feliz / tener sed y beber agua". Hay que recetar más agua.

Un complemento vitamínico a esta dieta sería Claudio Rodríguez. Para él, contra la tradición de los poetas elegiacos, "siempre la claridad viene del cielo,/ es un don". Sabía el poeta zamorano que, aunque a menudo suframos, (y él lo hizo), "la más honda verdad es la alegría".

Con música y provocación, lo dice Igor Paskual: «El que esté cansado de la vida no la merece»; lo que recuerda el diagnóstico renacentista de Lorenzo el Magnífico: «Quien quiera ser feliz…, pues que lo sea». Ya lo había dicho Platón en el Teeteto: "Mientras que el médico produce este cambio con drogas, el sofista lo hace por medio de discursos". Encontrar el sentido a nuestra vida, su belleza y su gracia, nos quita muchas neurastenias y desconciertos. Si leyésemos más y mejor, nos medicaríamos menos.

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