Alo largo de los años se acumulan muchos diplomas que no sirven para casi nada y se pierden en un cajón. De los muchos o pocos diplomas que haya podido obtener en mi vida de estudiante y posterior vida profesional, en la blanca pared de mi despacho de la Facultad de Medicina solo hay dos enmarcados. El primero, uno de Alumno Interno de Farmacología y el segundo, uno de un que organizaba el entonces denominado Departamento de Microbiología titulado Oceanografía Médica. Ahora que la Universidad de Cádiz rezuma olor a mar con su más que meritorio Campus de Excelencia Internacional CEIMAR, en el que la Facultad de Medicina apenas, por ahora, está representado, me he acordado de esos inicios marineros de nuestra Facultad. Pero, lo que más me ha movido y conmovido a escribir esta columna, no ha sido ese viejo recuerdo, sino otro viejo (y espero que no se me ofenda), profesor de pelo blanco que como uno más aguantaba con sus manos en La Caleta ante los medios de comunicación la pancarta del CEIMAR. Posteriormente he cambiado impresiones con algunos los coordinadores mas jóvenes del CEIMAR. Alguno de ellos me confesaba que se fijó en él, porque es cierto que su figura no pasa desapercibida, pero me confesaba que en aquel momento no sabía de quien se trataba. Ese viejo profesor, que lo fue mío y de muchas generaciones de médicos, es el Profesor Don José Mira, Catedrático de Microbiología durante muchos años de la Facultad de Medicina. Ya jubilado, pero sigue siendo Don José para todos sus alumnos. Don José vino del mar, de la Marina, y se la trajo a la Facultad de Medicina, a ese Curso de Oceanografía Médica que durante muchos años él impartió con otros profesores, y del que muchos guardamos un ya amarillento diploma colgado en la pared. Don José probablemente vivió en La Caleta ese día con sus manos en la pancarta del CEIMAR uno de esos días que su vida no olvidará, pero lástima, nadie o casi nadie le reconoció. Así es el paso del tiempo, pero justo es reconocerle su mérito de pensar en los Océanos siendo médico.