El alcalde de Cádiz, Bruno García, ha copiado a su predecesor, José María González Kichi, al abrir el peligroso melón de cambiar el nombre de un puñado de calles. La reacción contraria suscitada en varios colectivos de la ciudad supone un revés inesperado para el gobierno municipal por una cuestión, además, que no debería tener tanta relevancia. Parece mentira que a estas alturas de la democracia poner y quitar nombres de calles origine tanta controversia, cuando debería ser un asunto que, desde la unanimidad política y social, premiara a aquellas personas y/o colectivos que han dado grandeza a la ciudad.

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