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Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Niño y cruel

A Mari la hacía yo jefa de estudios a la voz de ya. Me temo que sufre por su hijo. El peor sufrimiento

No hace falta haber leído El señor de las moscas para tener claras dos cosas sobre la edad de la inocencia, porque con haber ido al colegio basta. La primera es que el hombre puede ser “un lobo para el hombre” (frase atribuida a Hobbes que, según gente sabida, fue escrita por Plauto). Es más, en cuanto puede ser tal lobo, lo será. ¿No todos? Vale. Al pesimismo antropológico del inglés del XVII suele contraponerse la idea del “buen salvaje”, una creencia sobre la bondad intrínseca de los humanos en su medio natural. En tantos casos podemos eliminar el adjetivo “buen”, y estaremos más atinados: el salvaje no sólo existe, sino que tiende a imperar. La segunda conclusión es más corta, por extensión de la anterior: los niños y jóvenes también son crueles, y esto no es excepcional. En cada aula hay alguno. Vamos a aceptar que lo fuimos, al menos a veces, usted y yo, pero que siempre hubo en clase algún profesional de lo que hoy llamamos “acoso escolar” o bullying. Un maltratador gratuito y sádico en esencia, tuviera la edad que tuviera, antes de la de votar o de pagar a la sombra.

Esta pieza de hoy martes estaba pensada para decir algo sobre la nefasta actitud de algunos municipios provincianos de atraer grandes masas de aficionados al fútbol –sobre todo– a una ciudad a la que le revientan las costuras para beneficio de no se sabe quiénes pocos, y detrimento para la inmensa mayoría. Pero al entrar en casa, una casa rodeada de colegios, en la acera la rotundidad me hizo cambiar de tema. Una señora, seguramente una madre, o bien una buena ciudadana, reprendía con dureza a un adolescente, que se deshacía –en flagrante falsete– pidiendo perdones y diciendo una y otra vez “yo no lo hago con mala intención, Mari, ya no lo hago más”. Él conocía a la señora, quizá ésa es la clave del asunto, que sea una familiar o, deseablemente, sus padres, porque detrás de muchos maltratadores hay padres indulgentes y hasta orgullosos con las pequeñas cabronadas de sus hijos en el cole, sus alrededores y las redes. Mari le aseguró que al día siguiente él iba a pedir perdón delante de todos, incluida “la jefa de estudios”. A Mari la hacía yo jefa de estudios a la voz de ya. Me temo que sufre por su hijo. El peor sufrimiento.

En este país anestesiado por trivialidades como las independencias y la parentela de los gobernantes, o por las continuas elecciones y los mercaderes de votos y cuotas, las dos principales fuentes de gasto público no cotizan políticamente. Ni la Sanidad, crónicamente desbordada, ni la Educación. Hablo de las públicas y concertadas. Una dejadez indecente.

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