La tribuna

manuel F. Sánchez Blanco

¡Música, maestro!

AL grito, suena la música en la plaza, un pasodoble acompaña al torero que lidia con arte y valor. Tras el paso de palio se oye una bella y dulce melodía que los costaleros acompasan a su andar suave y delicado. En cualquier fiesta o acontecimiento de nuestras vidas la música está presente, en los más variados estilos, armonías y ritmos. No hay celebración sin música, nos acompaña en los momentos más tristes, incluso en la muerte, que obviamente no celebramos sino que lamentamos. El lamento ha sido el origen de muchas músicas (flamenco, jazz…) como una forma de liberación y de evasión de una dura realidad.

Pero, ¿qué es la música? Es el lenguaje de los sonidos, un autentico lenguaje y no un mero código. Los humanos fuimos capaces de desarrollar todo ese cuerpo doctrinal a la vez y junto al lenguaje hablado. Schopenhauer decía que la música es el lenguaje sin palabras del corazón (no cabe definición más hermosa). Y si en nuestro corazón sólo caben básicamente dos sentimientos: alegría o tristeza, felicidad o dolor, la música, por tanto, es el lenguaje de ambas

Dice un aforismo del islam: "La música es un divino influjo que estimula al corazón del hombre para que busque a Dios. Los que la escuchan con el espíritu llegan a Él, pero los que la oyen con los sentidos incurren en incredulidad". Este pensamiento sigue una de las máximas del islam: "Todas las cosas de este mundo debe llevarnos a Dios". Adviértase la sutil diferencia entre los verbos escuchar y oír. Se escucha con el espíritu que nos estimula en la búsqueda, se oye con los sentidos, el que nos lleva a la incredulidad.

Como el lenguaje hablado, la música es efímera y temporal, desarrollándose en el instante, en puro presente. Y hasta la aparición de las grabaciones, sólo pudo ser escrita pero no reproducida. Esta condición la diferencia de las otras artes que "siempre están ahí". La música no podía colgarse de las paredes ni la podíamos ubicar en cualquier sito, había que asistir a su interpretación para poder disfrutarla.

Pero ¿toda la música nos toca el corazón? Creo que todo aquel sonido que merezca el nombre de música nos llega muy adentro, nos habla, nos dice, y como todo autentico arte nos transmite y nos emociona: he aquí la clave. El resto son ruidos, que es lo opuesto a la armonía, es decir, la proporción en los sonidos, siendo así que la música, por deducción, es armonía de sonidos y proporción de los mismos. Un afamado compositor no podía dormir cuando oía desafinar a las ranas. "El ruido es inversamente proporcional a la inteligencia, atenta, agrede y hasta nos enferma" (Schopenhauer). Me comentaba un experto que la voz humana se compone de tono, timbre e intensidad y que no siempre se acomoda a la armonía deseada.

Javier Cercas escribía recientemente: "La música vive a resguardo de la duda; y quien vive a resguardo de la duda vive a resguardo de la negación, y quien vive a resguardo de la negación vive a resguardo del miedo, y quien vive a resguardo del miedo vive a resguardo de la desdicha". La música nos hace felices, aunque sea por un instante, incluso en la tragedia.

Nietzsche dijo que no podía concebir un mundo sin música. Escuchar una suite orquestal de Bach en una hermosa iglesia romana o sevillana, nos eleva por encima de las cosas materiales, por encima de una realidad la mayoría de las veces dura y anodina, y nos sumerge en lo espiritual y en lo emotivo. Sólo hay que dejarse llevar, cerrar los ojos y viajar a lomos de sus ondas. No solamente Bach, el milagro puede surgir en cualquier momento y lugar. Recuerdo una noche rociera al calor de la hoguera, a una joven y hermosa mujer cantar por sevillanas y su voz era puro escalofrío, arte puro que atravesaba la noche apacible dejándonos absortos y embrujados.

Canta Menese una soleá y de pronto surge la emoción (duende lo llaman los flamencos). Canta una soprano un Lied de Schubert, el más hermoso Auf dem Wasser zu singen, y el corazón se inflama dibujando de nuevo una sonrisa. Paz, quietud, serenidad, al escuchar un nocturno de Chopin o una sonata de Beethoven (¡sus adagios!), El punteado de la guitarra de Brian May nos enerva y nos electriza, la voz desgarrada y peculiar de Dylan nos trasporta a otras tierras, igual que el sonido misterioso y evocador de la música sefardí o la música árabe…

Sí, efectivamente, ¿quién podría vivir sin música?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios