El balcón

Ignacio / Martínez

Matar al mensajero

EL Partido Popular anda preocupado con las secuelas de la corrupción. Tiene un amplio repertorio de acusados, imputados o encarcelados, y un penoso elenco de titulares de cuentas en paraísos fiscales, contadores de mordidas en pelas, y esposados protagonistas de telediarios. No es el único partido con este problema; pero sí el más notorio en los últimos tiempos. Y parece decidido a ponerle sordina. De momento ha aprobado en la Comisión de Justicia del Congreso, con la complicidad de CiU, una reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal para que se le proporcione un trato digno y respetuoso a los detenidos, que son inocentes hasta que un juez no sentencie lo contrario.

Se quiere acabar así con las llamadas penas de telediario y con escenas como la del ex vicepresidente Rato, detenido en su casa ante multitud de cámaras y empujado por el pescuezo hasta el interior de un coche policial. Se corrige una norma de 1882, medio siglo antes de que existiese la televisión. Un trato digno y respetuoso, va de suyo que debe tenerlo cualquier detenido, pero evitar que se graben imágenes de los arrestados parece una protección interesada, ante el auge de presuntos delincuentes de cuello blanco en estos años atrás. Se puede entender que un acusado sea convocado por un juez sin mayor publicidad, si no es peligroso y tampoco hay riesgo de fuga o destrucción de pruebas. Se puede entender que no se le espose, pero prohibir por ley que se le fotografíe huele a beneficio propio e inmediato.

El presidente Rajoy ha dado más pistas en esa misma dirección. Está preocupado, con razón, por la mala imagen que tiene su partido en estos momentos y desea salir de una zona tan incómoda. Acusa al líder socialista Pedro Sánchez de sectarismo por excluir toda alianza con el PP y echarse en manos de "radicales de extrema izquierda". Y, ya que está metido en harina, reconoció la semana pasada en el Foro de Sitges que los resultados del PP en las últimas elecciones fueron malos, y sostuvo que la corrupción le ha hecho daño a su partido, pero también "la forma de tratarla". O sea, culpó a los medios de comunicación de su pérdida de votos, por el martilleo constante en todas las televisiones con la corrupción.

En concreto, el presidente mira a La Sexta con irritación y quizá con envidia. Mientras la audiencia de TVE languidece y el Telediario de la noche a duras penas pasa del 10% de audiencia, El Intermedio del Gran Wyoming hizo más de un 17% el día que entrevistó a Manuela Carmena. El programa de La Sexta no ha abandonado la sátira y el espectáculo, pero ha incorporado análisis, entrevistas (Cristina Cifuentes o Emilio Lledó han estado estos días) y hemeroteca. Y está arrasando. El presidente quizá debería pensar menos en matar al mensajero y más en cambiar el mensaje que su persona y su partido transmiten a la sociedad.

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