Juan Bravo murió de éxito el jueves en el Parlamento Andaluz. Para revivir necesita someterse a una severa dosis de humildad y sencillez. Este consejero ha caído bien; todo el mundo habla de su listeza, de su don de gentes y ha acabado creyéndose el rey del mambo. El jueves, una vez aprobados los presupuestos de la comunidad para 2019, convirtió unas palabras protocolarias de agradecimiento en una arenga política, con ataque al PSOE incluido. Se dedicó a sí mismo un discurso de ¡16 minutos! Se gusta, el hombre.

El debate presupuestario en el pleno es una variada pasarela. En cada partida, salen portavoces distintos de todos los grupos. El resultado es un promedio decepcionante. Un ejemplo: la diputada socialista malagueña Rubiño llama "macarra" a un diputado del PP con desenvoltura y utiliza frases apocalípticas para calificar las cuentas anuales. Los intercambios resultan desabridos, con Cs pasando por la derecha a PP y Vox en su sobrevenida pasión antisocialista.

Y tras del fragor de la batalla y la victoria en la votación el consejero remató la sesión con un untuoso agradecimiento universal a todos los consejeros, uno por uno. Y añadió al agasajo a PP, Cs y Vox, e incluso a PSOE y Adelante Andalucía. La cosa iba camino del "todo el mundo es bueno" hasta que Bravo pasó a sacudirle al PSOE por la oposición de Victoria Kent al sufragio femenino durante la Segunda República. Y a presumir de las mujeres del PP pioneras en cargos institucionales. Asuntos muy vinculados a los presupuestos regionales, como puede verse.

Estas diatribas provocaron la indignación de los socialistas, que no pudieron replicar. En realidad Bravo hizo un jiménez. La misma táctica del portavoz socialista durante la hegemonía de su partido: ofender a la oposición con la impunidad de que el presidente de la Cámara jamás iba a permitir la respuesta del agraviado. Es una pena que los aficionados que se inician en política lo primero que aprendan sean las malas artes de los profesionales que viven de esto desde las juventudes. Lo mismo cabe decir de la presidenta del Parlamento. Marta Bosquet ni le reclamó al consejero que se atuviese a la cuestión, ni concedió la palabra a los aludidos. Hizo un durán. Su antecesor en el cargo nunca permitió una réplica por alusiones personales a los líderes zaheridos por Díaz o Jiménez. La innovación de Bravo es que encima quiso saludar a Díaz [un jiménez+] y se encontró con su grosero desplante.

Moraleja: no ha habido cambio alguno. Son los mismos vicios con distintos actores.

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