Fiestas Todas las ferias en la provincia de Cádiz para este mayo de 2024

Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Como Iribar no hay ninguno

Dicen que un millón de personas se darán cita mañana en Bilbao para festejar la Copa del Rey que el Athletic conquistó en Sevilla. Esa gabarra premonitoria con la que Gonzalo de las Heras y Josemi Benítez ilustraron la portada de El Correo Español-El Pueblo Vasco del sábado 6 de abril. Hemos vuelto a pasear por la calle Mateos Gago que en las páginas de ese rotativo aparecía pletórica de euforia rojiblanca en las fotos de Manu Cecilio. Como si el vasco Ybarra volviera a fundar la Feria de Abril. Al fondo, la cintura de la Giralda, dos pináculos de la Catedral y algunos arbotantes. La farmacia, el bar de Álvaro Perejil. Un receso sevillano en la campaña de las elecciones vascas. La última vez que el Athletic ganó la Copa era lehendakari Garaicoechea. Un año después empezó Ardanza, que acaba de fallecer. ¿Qué diferencia una multitud de una muchedumbre? Siempre me llamó la atención la presencia de esas dos palabras en una cita del Evangelio. Cifras superlativas y el contraste de un hombre solo, como un ermitaño en la Cartuja. Muniain atravesó con la Copa el cordón de autoridades con los escualos del protocolo. Alguien golpeó la cabeza de este vikingo euskaldún. Se volvió y descubrió al mito. Era José Ángel Iríbar, que retrocedería en el tiempo 47 años para verse las caras con otro guipuzcoano, José Ramón Esnaola, en una tanda de penalties que fue como un duelo del Oeste. Fue la primera Copa del Rey y la ganaba un Betis entrenado por Iriondo, primera palabra de aquel verso que Iríbar debió aprenderse de pequeñito: Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza.

Un par de veces lo enfocaron las cámaras durante el partido. Parecía Jack Nicholson en las canchas de la NBA. Este octogenario tenía 21 años, los mismos que Nico Williams, cuando defendió la portería de España en la final de la Eurocopa de 1964. Él y Marcelino, autor del gol decisivo a la Unión Soviética, son los únicos supervivientes. Yashin, el portero ruso, podía ser su padre. Vladimir Putin tenía once años. Iríbar se convirtió en el estandarte de un topónimo rojigualda del que terminaría renegando. Vencer a los rusos en 1964, en los llamados 25 Años de Paz, era la mejor propaganda para el régimen de Franco. Dos de los futbolistas, Luis Suárez y Olivella, que era el capitán, nacieron en la Segunda República. Cuatro lo hicieron en plena guerra: Rivilla, Calleja, Pereda y Lapetra. Estos dos últimos nacen en 1938, el mismo año que el rey Juan Carlos I. Los dos del Madrid, Zoco y Amancio, nacen en 1939, el año que concluyó el conflicto. Los otros tres, Marcelino, Fusté e Iríbar, en la durísima posguerra. El guardameta vasco debutó en Primera el mismo día que Rogelio, el finísimo delantero coriano del Betis que quedó inédito en aquella final del 25 de junio de 1977.

Iríbar se ha quitado dos pesos de encima: aquella final jugada diez días después de las primeras elecciones de la democracia, y el doblete de Clemente en 1984, que pesaba como una losa en el equipo bilbaíno.

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