El catamarán

Rafael Navas Director De Diario De Cadiz

Huyendo

En los últimos meses, la política del Gobierno parece la de la huida hacia adelante, la patada a seguir a los problemas, con improvisación y haciendo la casa por el tejado

Reconozco que resulta difícil este reencuentro con un artículo a modo de resumen semanal sin hacer mención al personaje del mes, del verano o incluso del año en Cádiz. Sí, Jenaro, el jeta, el ‘paraguayo’ Álvaro Domecq. El tipo que un día huyó de sus problemas y sus acreedores creyendo que sería capaz de darles esquinazo pero al que este mundo se le quedó muy pequeño. Pero, por más que no se vea límite a la sorpresa ante sus andanzas, desde este catamarán también llego a la conclusión de que Jenaro no es el único que huye en este país. En los últimos meses estamos asistiendo a un espectáculo de la improvisación constante por parte de quienes nos gobiernan. Una continua patada a seguir sin tener la jugada ensayada que nos está volviendo locos a todos, incluso a los analistas más avezados, que ya no aciertan a saber si la propia improvisación, en una cuidada paradoja, juega al despiste desde la más estudiada estrategia previamente planificada. Aunque, a simple vista, todo parece responder a una huida hacia adelante de un Gobierno que tapa cada día, como puede y con el dinero de todos, los agujeros que se le presentan, con la esperanza de que mañana llegue el fin del mundo y se acabe así, sin discusión posible, el embrollo en el que está metido. Se sigue construyendo la casa por el tejado en todos los ámbitos de la vida, hasta para poner en marcha la TDT de pago, sin codificadores. Se anima a reciclar sin contenedores, a gastar menos luz sin bombillas especiales y a combatir la gripe A sin vacunas. Y se legisla antes de que se pongan los medios necesarios, como sucede con la Ley del Menor o la de Dependencia. Porque en esa huida tiene mucha importancia la imagen ante el ciudadano, que es lo que parece importar más, casi tanto como asegurarse los apoyos parlamentarios que en cada caso convengan, aunque para ello sea necesario hacer de trilero o de trolero. Pues el juego de los 420 euros no es sino una solución temporal con vocación de eternizarse como somnífero o anestesia para una población cada vez más subvencionada y menos emprendedora. La huida de Jenaro no es, pues, la única, aunque tal vez sea la más torpe. De Cádiz tenía que ser. Y de Cádiz, debería saberlo, ni se debe ni se puede huir.

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