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desde mi cierro

Pedro G. / Tuero

Historia y presente

EN estos últimos días de reflexión y pensamientos distraídos, he estado releyendo y ojeando un precioso libro reeditado por el Ministerio de Defensa, que me ha ayudado a comprender y ver con más claridad este espinoso y desazonado entorno. Se trata de un interesante libro titulado "Recuerdos de la guerra de España, llamada de la Independencia" y su autor es A. Laurent Apollinaire Fée, farmacéutico y naturalista francés, fallecido en 1874. La primera edición tuvo lugar en 1856, y se recogen los recuerdos y experiencias personales de su autor cuando en la guerra de la Independencia vino destinado a España como farmacéutico y la recorrió en gran parte desde noviembre de 1809 hasta finales de junio de 1813. Es, como decía, una narración interesantísima y preciosa que nos ayuda a la reflexión y sobre todo a comprender más y mejor la historia de España.

El autor convencido de que el pasado explica el presente, enjuicia el asalto napoleónico de esta manera: Hay quienes han querido encontrar circunstancias atenuantes, tendentes a disminuir lo que de censurable pudiera haber habido entonces en la conducta del Emperador. "España, -se ha dicho- languidecía bajo un gobierno sin fuerza ni dignidad; era un deber regenerarla y el Emperador quiso cumplirlo". Pero, cuando una nación está enferma hay que dejar que se cure sola. También hay momentos en esta obra que Fée cita a nuestro Galdós de los Episodios comparando la semejanza de sus pensamientos: Tres tipos ofrece el caudillaje en España, que son: el guerrillero, el contrabandista, el ladrón de caminos. El aspecto es el mismo: sólo el sentido moral los diferencia […]. Los españoles nacieron para descollar en varias y estimadísimas aptitudes, por lo cual tenemos tal número de santos, teólogos, poetas, políticos, pintores; pero con igual idoneidad sobresalen en los tres tipos que antes he indicado, y que a los ojos de muchos parece que son uno mismo, según las lamentables semejanzas que nos ofrece la historia. Por otro lado, el autor afirma que no existe en este país ningún equilibrio intelectual y que lo que necesita de verdad, más que otros pueblos, es educarse políticamente. No obstante, es hasta cierto punto optimista al desear la felicidad a todos los pueblos meridionales… y en particular para España. La queremos tranquila, poblada, rica y poderosa. Desgraciadamente, nuestros deseos no se han cumplido por ahora.

En esta lectura, tan amena y atractiva, nos encontramos muchísimos paralelismos inesperados a veces entre la historia y el presente. Puede pensarse, erróneamente, que los sucesos que se recuerdan son ya lejanos, sin embargo, en este libro nuestro presente lo puede explicar el pasado. Pues, según él, los acontecimientos cotidianos actuales no son sino la continuación de un largo drama. Y concluye en su introducción: Drama lúgubre y sangriento al cual está reservado sin duda un desenlace feliz, pero ¡se hace esperar tanto…! Y esto lo decía mediado ya el siglo XIX.

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