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la tribuna

Ezequiel Martínez

Hambre, agricultura y alimentación

EN los periódicos, las oenegés reclaman ayuda económica y humanitaria para el Cuerno de África. En el buzón de casa recogemos un sobre con siglas humanitarias que nos reclama ayuda urgente. Según advierte la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), el hambre asola varias regiones de Somalia. Las fotografías en los diarios y las imágenes en televisión nos muestran el llanto desgarrador de una madre que mece el cuerpo esquelético, y ya sin vida, de su hijo.

La FAO nos advierte que más de doce millones de personas, la mayoría niños y ancianos, pueden morir en el Cuerno de África. En el campamento de Kobe, en el sur de Etiopía cada día muere una media de diez niños menores de 5 años. La extrema sequía, las guerras tribales, los altos precios de los cereales y enfermedades como el cólera y el sarampión diezman a la población. El director general de la FAO, Jacques Diouf, ha sido tajante: "Con una agricultura local, campesina y fuerte, con agua y técnicas adecuadas conseguiremos acercar cada pueblo o nación, lo más posible, a la autosuficiencia alimentaria".

Hace unos 12.000 años, en el neolítico, surgió la agricultura. Desde entonces la rica biodiversidad se ha reducido drásticamente. Tal como predijo Malthus, la población aumenta en progresión geométrica, mientras decrecen los recursos. Hoy, cerca de mil millones de personas padecen desnutrición en el mundo. ¿Disponemos de alimentos para los 7.000 millones de hoy y los más de 9.000 millones en 2050? Los defensores de la biotecnología son partidarios de producir transgénicos (organismos modificados genéticamente) y alegan que sólo así se puede garantizar en un futuro la alimentación mundial. Frente a ellos, organizaciones campesinas, agricultores ecológicos y movimientos sociales defienden la soberanía alimentaria, para vivir dignamente en el medio rural, producir alimentos de forma sostenible y en armonía con la naturaleza.

La soberanía alimentaria reclama el derecho de las personas a una alimentación sana, con métodos de producción locales que les permitan acceder a la tierra y a los recursos productivos, como el agua. El modelo de producción intensiva basado en el endeudamiento con los bancos debe dar paso a un modelo agrario humanizado, basado en las experiencias de la banca ética, haciendo copartícipes a las mujeres, con pocos insumos, producción y comercio justo y cercano, procurando el bienestar animal y adaptando la carga ganadera a la tierra. La resiliencia social es la capacidad para afrontar crisis internas o externas y resolverlas eficazmente. La resiliencia económica posibilita recuperarse de condiciones económicas adversas. Este concepto comenzó a utilizarse a finales de los años 90, al comprobarse que el Cambio Climático podía amenazar a la agricultura minifundista y a la supervivencia de las comunidades rurales.

¿Cómo luchar contra el hambre en el mundo? ¿Cómo pasar de una producción de alimentos que cotiza en los mercados de futuro, a otra más humanizada y sostenible con los principios de Soberanía alimentaria? Buscaremos respuestas en el I Seminario Internacional Agricultura y Alimentación en un mundo cambiante que organiza la Universidad Pablo de Olavide en el Parador de Carmona, desde mañana al 7 de octubre. La conferencia inaugural será impartida por el profesor Federico Mayor Zaragoza.

Hay que pensar en lo global y actuar localmente. Hay que actuar ya, si no queremos dejar en manos de terceros el futuro de nuestra alimentación ¿Cómo podemos ayudar a los países hambrientos? Complementando la producción intensiva con la integrada y ecológica. Andalucía lidera la producción ecológica en nuestro país y es una de las primeras regiones europeas. Hay que utilizar métodos sostenibles, energías renovables y el agua eficientemente. Hay que transferir a esos países I+D+I. Hay que reducir diferenciales entre lo que recibe el productor de alimentos y lo que le cuesta al consumidor ese producto. Hay que acercar la producción local al consumidor del entorno, para reducir los costes energéticos. Hay que apostar por métodos de producción sostenibles como la producción integrada y la producción ecológica que reducen las emisiones de GEI y sirven para atenuar el efecto del Cambio Climático. Hay que crear una sociedad futura más democrática y participativa.

La tierra no la hemos heredado de nuestros mayores, es un préstamo de nuestros nietos. Como nos dejó dicho el Mathama Gandhi, "tenemos que vivir más sencillamente, para que otros, sencillamente, puedan vivir".

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