De poco un todo

Enrique García-Máiquez

Gloria incierta

QUÉ espectáculo, Mare de Déu, está dando el nacionalismo catalán. "Queremos papas catalanes", están a un tris de gritar, como gritaban al final de Incierta gloria, la novela de Joan Sales, que querían, que exigían obispos catalanes, no santos, no, sino catalanísimos. Con ese remate de nacionalismo clerical y rampante se cargó Joan Sales un libro que en las partes que se desarrollan en el bando republicano de la guerra civil tenía el vuelo de una obra extraordinaria. Como si Dante hubiese acabado el canto XXX del Paraíso reclamando concejales de fiestas para Florencia, en vez de cantando al amor que mueve el sol y las demás estrellas.

Quien piense que exagero que eche un vistazo al manifiesto catalanista firmado por las fuerzas dicen que vivas de allí. Deslizan perlas como: "Santidad, llegáis a una tierra con una conciencia de nación". A su Santidad le interesa la conciencia personal de cada uno de sus fieles, que sea fina y buena. ¿Pudiera ser que la conciencia de nación sea una manera de escurrir el bulto del examen de la conciencia personal? Para verlo aún más claro, conviene oír las declaraciones o declamaciones de Artur Mas, pidiendo a Benedicto XVI que en sus actos públicos en Barcelona responda con "sensibilidad" hacia la cultura catalana, porque debe ser consciente de que va a "una nación que es Cataluña". O sea, que Mas le marca al Papa aquello de lo que tiene que ser consciente. Y por si aún quedan dudas, los nacionalistas, ufanos, reconocen que han presionado para que el Papa hable en catalán en su visita a Barcelona. Lo dicho: "Queremos papas catalanes" o, al menos, con "sensibilidad catalana… y buen acento, eh".

La sensibilidad catalana de los nacionalistas va a sufrir mucho, sin embargo. Porque el Papa va a hablar a las conciencias de los fieles, y a ninguna otra conciencia. Y, además, porque el Papa hablará a las conciencias de todos, sin fronteras políticas ni denominaciones de origen. Por eso es el Papa: la cabeza de la Iglesia Universal, el Vicario de Cristo en la Tierra. El Santo Padre siente el pío de la unidad de los hombres y de la fraternidad del género humano. No hay nada más incompatible con las miras estrechas de las sensibilidades locales que un buen y sencillo "Padre nuestro".

Dicho lo cual, me parece muy bien que Benedicto XVI use el catalán. Lo hará entre el latín, para lo más trascendente, y el castellano. Y lo que diga en catalán me interesará muchísimo, naturalmente: me lo estará diciendo también a mí. El Papa habla para todos. Querer hacer de una visita papal un acto de afirmación soberanista es ridículo y cateto, además de inútil, por contradictorio. Ni las protestas laicistas por un lado ni las apropiaciones nacionalistas por otro, conseguirán empañar los actos de Benedicto XVI en Barcelona. Viene a hablarnos de lo que está por encima de todo, del Amor que mueve el sol y las demás estrellas.

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