NO entremos en discusiones sobre quién lleva razón en la bronca, si Grecia o los otros 18 países del euro. Para qué, ya se ha escrito bastante. Vamos a lo personal e indiscutible: tras todo este largo, costoso y a ratos bochornoso proceso, si algo tengo claro es un sentimiento de envidia. Envidia por el Gobierno que tienen los griegos, porque una vez que salió elegido no cambió inmediatamente sus promesas electorales, porque no utilizó para ello la excusa de las graves presiones europeas, porque no recurrió al vergonzoso "yo no quiero pero no puedo hacer otra cosa", porque no quiso hacer comulgar a su pueblo con ruedas de molino fabricadas por otro, porque mantuvo hasta la incomprensión absoluta las posiciones a las que estaba obligado por el voto. Y envidia del propio pueblo griego, que ni siquiera con el hachazo del corralito y del miedo cierto, cambió su idea, ni sus actos.

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