Desde el dintel

Clara Posada

Dolores de Santa María

DOLORES de Santa María, que con tu pañolito blanco secas las lágrimas de tu viejo barrio. No podía llamarse de otra forma la que es Reina y Madre del barrio de Santa María, la que a la derecha del Nazareno recoge cada viernes las súplicas de Cádiz. Desde que tengo uso de razón, la Virgen de los Dolores ocupa un lugar especial en mi devoción. Vistiendo su hábito la acompañé por primera vez con cuatro años. Y como muchos gaditanos, la mano de mi padre fue la que me dejó en mi sitio de salida, explicándome que al llegar a Candelaria, donde cogían sillas mi familia, debía salirme. Cada vez que paso por allí me viene el recuerdo de las medias noches con las que mi madre me esperaba para reparar fuerzas. Desde entonces no le he faltado a la cita. Ahora no la acompaño entre sus secciones de penitentes, pero antes de atravesar el dintel de la puerta, mi última mirada es hacia Ella, pidiéndole que todo salga bien.

A su alrededor se teje una sutil red de amor que sólo aquellos observadores finos podrán apreciar. Todo en ella se prepara con esmero por un grupo de afortunados que tienen el privilegio de cuidarla.

La inmensidad de Jesús Nazareno en la devoción de los gaditanos deja en un segundo plano a la devoción de mis amores. Y entiendo que a Ella le corresponde ir siempre detrás. Por eso, cuando casi está a punto de concluir nuestro día grande, los cargadores igualan los dos pasos y en un breve recorrido, como cogidos de la mano, Madre e Hijo avanzan juntos con el leve mecido gaditano. Y una oración por sus cargadores me brota del corazón. Cargador de Santa María sobre tus hombros doloridos va Dolores de Santa María y sobre los suyos, los dolores de nuestras madres, hermanas, esposas o novias e hijas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios