La azotea

José Antonio López

Derechos torcidos

ESTE mundo tiene toda la pinta de tener un grave defecto de fábrica, un microchip deshumanizador que se activa con frecuencia desde que los homínidos empezaron a someter el planeta. Parecía que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, esos 30 artículos tan sencillos y a la vez contundentes, venía a corregir ese defecto. Pero la adhesión de los países a esos principios universales de convivencia, igualdad y libertad se queda muchas veces en el papel, en una inservible firma que se olvida cuando los más pobres molestan más de la cuenta en los lugares donde se marcan las fronteras de la hegemonía mundial. La guerra, la miseria y las dictaduras persisten arrastrando tras de sí esa ingente masa de refugiados que son arrancados de su tierra sin más futuro que acabar su vida aplastados en un camión o ahogados en una orilla. Los derechos humanos se tuercen sin que nadie los enderece.

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