EN el fútbol es ideal crecer con victorias. Equipos a medio hacer, como el Sevilla de Sampaoli, en plena construcción, se han instalado en la zona alta de la Liga de manera inesperada y eso lo convierten en muy peligroso, porque cuando el argentino sea capaz de engrasar su maquinaria habrá que tener mucho cuidado. No sé si a los hispalenses les dará para pelear por el título, pero tengo la sensación de que el tándem formado por Sampaoli y Juanma Lillo va a dar mucha guerra hasta el final de la competición.

El Cádiz también es un conjunto que debe ir creciendo conforme avance la temporada. Primero porque es un recién llegado a la categoría, además lo ha hecho sin una gran base de futbolistas incuestionables, como sí tuvo por ejemplo cuando ascendió con Jose González en el Juan Guedes. Y además porque me parece que el plantel cadista tiene futbolistas que aún no están ni siquiera al 80% de sus posibilidades. En Lugo apareció Sankaré como ese central poderoso que se supone que es, acompañado por la veteranía de Migue; Abdullah volvió a dejar claro que es muy importante para el esquema de Álvaro Cervera, como José Mari, u Ortuño, como Álvaro García. Sin embargo me preocupa que muchos jugadores cadistas acaben todos los partidos acalambrados, sobre todo porque la competición ya lleva una docena de jornadas y a algunos de los fichajes ni siquiera hemos podido verlos unos minutos en Liga, como a Gastón del Castillo.

Lo bueno es que a veces el fútbol devuelve injusticias. El Cádiz no mereció perder dos puntos con el UCAM Murcia de esa forma tan cruel, como tampoco mereció ganar en Lugo, pero lo hizo, y ahora todo se ve desde otra perspectiva. Crecer ganando es mucho más fácil que construir un equipo base con las dudas que generan las derrotas. Eso sí, ya va siendo hora de que la plantilla alcance la forma física.