EL verdadero signo de estos tiempos es que las cosas que antes temíamos que pudieran pasar pero nunca terminaban pasando ahora sí pasan. Cabe ofrecer múltiples ejemplos de ese novedoso y funesto fenómeno (las instituciones se tambalean; las normas se incumplen; los derechos se desoyen), aunque hoy me voy a detener en uno que me parece especialmente grave. Lo ocurrido en Chipre supone colocarnos frente a nuestros más viejos miedos: el dinero que ahorraste durante años y que piensas seguro en una entidad bancaria puede serte súbitamente arrebatado. No sirve que se invoque la singularidad del supuesto: la brecha se ha abierto, eso que jamás sucedería ha sucedido y nadie está en condiciones de garantizarnos que no sea una solución exportable. Es más, hay quien vislumbra justamente lo contrario. Marc Feber, afamado gurú de los negocios, acaba de poner el toro en suerte: "Creo que tienes que estar preparado -nos avisa a todos- para perder entre un 20% y un 30% de tus ahorros". Como para calmar los nervios.

Y es que, más allá de la pésima gestión política del desastre chipriota, allí no se ha inventado nada. A estas alturas, tendríamos que saber que el dinero que depositamos en los bancos, sea a la vista o a plazo fijo, no se guarda cuidadosamente en sus cámaras. Ese depósito, al que llaman irregular, tiene mucho más de préstamo que de otra cosa: ponemos nuestro capital en las manos -libres- de una entidad que se convierte en nuestra deudora, esto es, nos instituimos en acreedores de la misma.

Todo funciona si la pelota rueda. Pero si las cartas entran malas o los administradores son unos lerdos -dos circunstancias por desgracia demasiado frecuentes- es posible que llegue a no haber suficiente para atender a todos los créditos. Siendo así, sólo restan dos alternativas: o socializamos las pérdidas, lo cual no deja de ser injusto, o estructuramos una quiebra, declarada o no. Llegados a este punto, perderán todo o parte de su dinero los acreedores del banco en cuestión, empezando por los accionistas y terminando por los depositantes-prestamistas.

Eso es lo que se está haciendo en Chipre y mañana puede hacerse en cualquier parte. Aquí por supuesto. Miente, pues, quien intenta culposamente tranquilizarnos. Y nos distrae, además, en la búsqueda de la mejor forma de resguardar -una caja de seguridad, un depósito cerrado, un fondo garantizado, un buen colchón- lo poquito que nos va quedando.

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