El sol de cuyo exceso huimos en verano es el que ahora buscamos con ahínco en este periodo preinvernal que se nos ha venido irremediablemente encima. Las sombras que antes nos cobijaban, las que en el estío proporcionaban un cierto frescor, ahora se evitan para buscar las aceras soleadas. Y dejamos que la gran estrella amarilla alargue sus brazos y acaricie con sus cálidos dedos el rostro que, instintivamente, orientamos a sus poderosos rayos para sentirnos mejor y alejarnos de la sensación de frío que se nos avecina. El mundo entero necesita calor. La humanidad huye del hielo, de los témpanos autoritarios, de la congelación de las ideas y las libertades, y busca que el sol derrita la intolerancia y la desigualdad que amenazan con convertir este planeta en el lugar más inhabitable del universo. Frioleros del mundo, uníos, daos calor los unos a los otros porque unos mantas han tomado el poder.

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