LAS sociedades mutan, mudan con cada época la piel de sus costumbres y quienes viven en ella se aclimatan a los nuevos usos, muchas veces por puro instinto de supervivencia. Evolución, lo llaman quienes entienden de esto. Y en la sociedad que nos ha tocado vivir prima lo instantáneo, lo inmediato, aquello que se consigue alcanzar con un simple clic, con un toque de móvil, con un pellizco en la pantalla. La paciencia ha pasado a un segundo plano y pocos son capaces de esperar con pausa. Es lo que somos, lo que nos ha tocado ser o lo que queremos ser, que la voluntad en estos casos va pareja al sentido del ridículo y al ruborizante hecho de no parecer una antigualla en medio de la radiante modernidad. Es lo que tiene este tiempo: que la vida nos sigue pareciendo excesivamente corta y, sin embargo, se nos hace eterno esperar pacientemente a que un semáforo se ponga en verde para cruzar la calzada.

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