LÍNEA DE FONDO

Diego / Marchán / Dmarchan@grupojoly.com

Ateísmo táctico

Cada sistema de juego que triunfa es elevado a dogma, copiado y explotado para luego caer sin más en el olvido

HE perdido la fe. Ni la visita del Papa (vaya provocador, todo vestido de blanco...) a Barcelona, desde hace tres temporadas la cuna del juego divino, puede hacerme creer de nuevo. Ya tenía mis dudas, siempre me costó convencerme de que había algo más allá (de la banda) capaz de influir en el devenir de los acontecimientos. Pero no, ahora lo tengo claro. No creo en los sistemas de juego.

Los entrenadores, cual insistentes evangelizadores, intentan hacer ver que el suyo es el definitivo, el verdadero, pero al final todos son la misma mentira. Ni 4-3-3, ni 4-4-2, ni 3-5-2... El sistema no existe. Mi ateísmo táctico no es repentino, viene de años viendo como un sistema es elevado a la categoría de dogma para a continuación ser imitado y explotado hasta que, llegado un momento, cae en el olvido. A mediados de los 90, todos querían jugar como el Barcelona de Cruyff. Tuvo su momento de gloria hasta que se encontró con el peor de los catenaccios, y adiós. Después fue el famoso 4-4-2 del rombo, que le dio por ejemplo una Liga al Madrid de Valdano. El éxito fue realmente efímero.

Y no siempre triunfa lo exquisito, no siempre gana el fútbol. La victoria de Grecia en la Eurocopa de 2004 dio alas al fútbol más rácano y resultadista, encarnado en ese 4-5-1 que se encomendaba a un tanque arriba para arañar puntos. Es el fútbol que toda la vida se ha visto en Segunda B, el juego que compensa la falta de calidad con fuerza y empuje. Indigno para clubes de elite.

Ahora la moda la imponen el Barcelona y la selección, con ese 4-3-3 mutante que hacen grande los pequeñitos del Barça creando juego y el coche escoba de turno, llámese Busquets o Senna, como apagafuegos. Pues curiosamente ese exitoso esquema táctico es el mismo que está matando al Cádiz porque, al final, los jugadores son los que hacen bueno al sistema y de donde no hay no se puede sacar. Y sin Iniesta, Xavi o Messi sólo nos queda, como vemos cada domingo, una burda fotocopia y, para colmo, de pésima calidad.

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