Columna de humo

José Manuel / Benítez Ariza

Artistas

ANDA fastidiada la derecha por el apoyo que numerosos artistas e intelectuales han dado a la opción contraria, y anda susceptible la izquierda por las descalificaciones que, por este motivo, esos intelectuales y artistas han cosechado al otro lado del espectro. Ambas reacciones están fuera de lugar: tan libres son los unos de mostrar sus preferencias como los otros de criticarlos. Lo preocupante, en fin, son las generalizaciones abusivas. Y, sobre todo, el efecto que éstas puedan tener sobre las condiciones en las que se realiza el trabajo artístico e intelectual en España.

Parece abusivo, en efecto, dar a entender que todos los creadores y pensadores notables de este país son de izquierdas. Y, aunque así fuera, no por ello cabría deducir que las obras -es decir, los libros, canciones, películas, ensayos, teorías, etc.- de esos creadores suponen otros tantos argumentos a favor de una política de izquierdas. Igual de abusiva sería la suposición contraria, por lo que tampoco me parece que la respuesta adecuada a esa tergiversación sea, como han sugerido algunos intelectuales conservadores, proponer una "alternativa cultural" de derechas… Mal asunto. Ya tenemos sobrados motivos para pensar que, en España, determinadas adhesiones cuentan mucho a la hora de abrir ciertas puertas. Si la tendencia se generaliza, cabe suponer que en pocos años no habrá intelectual ni artista que pueda trabajar si no ha demostrado antes su fidelidad a tal o cual opción política.

Porque lo único cierto es que la cultura no es ni de derechas ni de izquierdas, aunque los creadores puedan adherirse libremente a una u otra opción, o a ninguna. Un hombre culto lo mismo puede disfrutar con las historias del reaccionario Kipling que con las del progresista H. G. Wells. Es más: un hombre culto progresista podría padecer la "debilidad", digamos, de preferir los cuentos de Kipling a los de H. G. Wells, simplemente por parecerle mejores. Y viceversa. Y lo que rige para los gustos, rige también para la creación. Hay autores "de vanguardia" que, en la vida civil, se muestran moderados y conservadores, y autores apegados a las formas tradicionales que, en política, muestran abiertamente su preferencia por las propuestas más utópicas y avanzadas. Por eso me dan un poco de grima los toques de campana que llaman a los creadores a uno u otro redil. El único deber del artista es ser lúcido y honesto consigo mismo; y, como consecuencia, mostrarse crítico ante las interpretaciones simplistas de la realidad, sean éstas de derechas o de izquierdas. Y sin que medie ningún cálculo interesado sobre los beneficios que se puedan derivar de sus opiniones. Lo contrario ya sabemos lo que es: el triste coro de cigarras que entona alabanzas al poder en todas las dictaduras. No podemos defender eso. Ni siquiera en campaña electoral.

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