Recuerdo dos momentos de intensa depresión. En el vivir de la Isla, en mi vivir en esta ciudad amada. El más triste, sin duda, era la subida de enero, el lunes siguiente al Día de Reyes. La grisura de los días, tan cortos por otra parte, el frío y las lluvias, la vuelta al colegio y esa tristeza que se apoderaba de San Fernando, ciudad encogida doblemente, eran realmente deprimente. Y también agosto. Bueno, en verdad el lunes siguiente a los fuegos de la Feria que era Velada. Agosto era un mes agostado, plano. Con mucho calor y el solo atractivo de la programación doble de los cines de verano -el Madariaga, el Castillo, el de Curro… Para lo que había que contar con el estipendio y la súplica materna. Pero agosto discurría lento, tedioso, con siestas interminables y las casas umbrías con un ventilador puesto…

Viendo ayer la crónica del concierto de Extremoduro, el estadio de Bahía Sur lleno de gente alborozada y feliz, y la programación de este año, en donde me dicen que cada día hay un acontecimiento, o más de uno, recuerdo aquellos agostos de mi infancia y juventud y digo que la humanidad avanza, y lo hace hacia mejor. Quiero decir que ese resumen del pesimismo existencia español de raíz castellana (todo lo ascético, o místico, o de renuncia del alma española es herencia de Castilla), cualquier tiempo pasado fue mejor, es una falacia. Hubo tiempos mucho peores inclusive, mucho peores, de esos años lentos y tediosos, esos agostos de cuando entonces, con levante, con calor en donde tantas familias sacaban sus sillas a las puertas de las calles para hablar con sus vecinas en las noches frescas, porque no había sol, porque soplaba el levante, porque había calma de vientos y entonces el bienestar te hacía flotar…

La ciudad esperaba la Semana Cultural de La Salle, obra de esos hombres inolvidables, Joaquín Rodríguez Royo y Juan Ortiz, pero que eran muchos más, muchos. Pero hasta entonces, qué días… Los autobuses cargados hacia las playas gaditanas (¿Camposoto? ¡Ni pensarlo!) porque hubo tiempos en los que no había coches, los Seat 600 eran un lujo al alcance de poca gentes, porque, además, había tantas familias numerosas, salían en la tele en blanco y negro, la televisión única que tampoco todos tuvimos enseguida sino mucho más adelante, quiero decir esos mediodías con la comida servida y tantos hijos junto al padre con bigote y la madre arreglada para la ocasión…

Venimos de esos agostos, de ese tiempo que existió y muchos lo vivimos. Como hemos venido de mil coyunturas, mil experiencias vividas. Para llegar a este agosto en el que se inauguran "zonas de ocio" en Bahía Sur y se programan actividades por toda la ciudad, todo el mes. Más todas las otras que las ciudades vecinas ofertan a quienes primero lleguen. Porque se acortaron los caminos, se acercaron los pueblos.

Es el nuevo agosto, este agosto que puede parecernos tan atractivo, con su Isla de Blues y su flamenco por las plazas, los espectáculos de aquí y de allí. Lo único que se fue sin deberse haber ido nunca es el cine de verano con su olor a jazmín y dama de noche y su sesión doble de cine americano, sobre todo.

Seamos felices en lo que nos toque, cualquier agosto pasado no fue mejor. Ni mucho menos.

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