Análisis

José pettenghi

Ese viejo clasismo

Es el clasismo que habita en nuestra vieja ciudad, el que prefiere el insulto a la ironía

Cuando ingresó Antonio Muñoz Molina en la Real Academia, un periodista graciosísimo, de esos finolis con apellido compuesto, se burló del escritor: "¿Qué hace un camarero en la Academia?". Aludía a que con su frac de alquiler parecía un camarero.

Una muestra más del clasismo ancestral, emblema del señoritismo español, tan propio del que domina el pelado de la fruta con cuchillo y tenedor, pero que no tiene ni pajolera idea de Gramática. Del que se ríe de la forma de vestir del otro, sin mirarse él. Del zángano que hizo una "carrerita corta", casi regalada, y que ridiculiza los saberes de quien, viniendo de abajo, estudió con becas.

Es la advertencia permanente al que no debiera estar donde está, pues carece de categoría social. Es, en fin, desprecio. Un desprecio que infecta a los individuos y que, como un virus, infecta a familias, a pueblos y a estructuras de poder. Y ni siquiera tiene base económica. Sólo es la burla mordaz al que, viniendo desde abajo, alcanza un lugar al sol.

Es criticar al "Coletas" por su aspecto… y por comprarse un chalet, porque está muy feo eso de aspirar a una vida mejor para sus hijos (esto, desde luego, sólo afecta a los de izquierdas).

Es aceptar que las lideresas de la derecha puedan salir en las revistas de colorines luciendo modelitos. Pero inaceptable para las políticas de izquierdas. No les corresponde. Y además, todas las feministas son feas; por eso son feministas.

Un viejo clasismo que incuba bajo sus polvorientas alas a la desigualdad y a la injusticia, capaz de pasar al racismo en sólo un párrafo.

Es el clasismo que habita también en nuestra vieja ciudad. Ese que prefiere el insulto a la ironía, y el brochazo grueso al razonamiento. Kichi está gordo, hay que ver las pintas de Kichi, Kichi y sus zarrapastrosos… repiten las momias impertinentes locales. Son sus grandes argumentos políticos. A Kichi le falta categoría, proclama la rancia catoliquería gadita, que no ve la hora en que el alcalde deje de serlo. Clasismo.

Se me olvidaba la réplica de Muñoz Molina al periodista gracioso: "Prefiero ser un camarero, alguien que se gana la vida honestamente, a un señorito fascista".

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